Domingo, 29 Enero 2017 20:40

Fiesta de la Candelaria

Inicialmente la fiesta de la Candelaria o de la Luz tuvo su origen en el Oriente con el nombre del Encuentro, posteriormente se extendió al Occidente en el siglo VI, llegando a celebrarse en Roma con un carácter penitencial. Aunque según otros investigadores, esta fiesta tuvo su origen en la antigua Roma, donde la procesión de las candelas formaba parte de la fiesta de las Lupercales.

Se celebra, según el calendario o santoral católico, el 2 de febrero, en recuerdo al pasaje bíblico de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén (Lc 2;22-39) y la purificación de la Virgen María después del parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento (Lev 12;1-8).

La fiesta es conocida y celebrada con diversos nombres: la Presentación del Señor, la Purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las Candelas; todos estos nombres expresan el significado de la fiesta. Cristo, la Luz del mundo presentada por su Madre en el Templo, viene a iluminar a todos como la vela o las candelas, de donde se deriva el nombre de Candelaria.

Tras la aparición de la Virgen en Canarias y su identificación iconográfica con este acontecimiento bíblico, la fiesta empezó a celebrarse con un carácter mariano en el año 1497, cuando el conquistador de Tenerife, Alonso Fernández de Lugo celebró la primera Fiesta de Las Candelas (ya como Virgen María de La Candelaria), coincidiendo con la Fiesta de la Purificación.3 Más tarde esta advocación mariana y su fiesta serían llevadas a varias naciones americanas de mano de los emigrantes canarios.

En México, el Día de la Candelaria se acostumbra que, quien obtuvo el niño oculto en la rosca de reyes, haga una fiesta (tradicionalmente basada en tamales y atole, ambos productos de maíz). Esta tradición tiene raíces prehispánicas; en muchos pueblos los habitantes llevan a la iglesia mazorcas para que sean bendecidas a fin de sembrar sus granos en el ciclo agrícola que inicia, pues el 2 de febrero coincide con el undécimo día del primer mes del antiguo calendario azteca, cuando se celebraba a algunos dioses tlaloques, según fray Bernardino de Sahagún. En el centro de México se acostumbra vestir al niño Dios del nacimiento navideño y llevarlo a oír misa, después de lo cual, es colocado en un nicho donde permanecerá el resto del año.

La festividad en honor a la Virgen de la Candelaria venerada en el pueblo de La Candelaria, Coyoacán se ve distinguida por el colorido de sus andas que se remontan a la época prehispánica. Elaboradas con flores naturales sostenidas por una estructura de madera, son su mayor vista de manera folklórica.

Así mismo los habitantes de esta zona, elaboran tapetes de aserrín pintado, lo que marca un alto talento en el manejo de matea, acompañada de salvas de cohetes, castillos multicolores, su tradicional atolada (llamada así por la cantidad de atole de pinole, que es obsequiado a toda la gente para mitigar el frío de la noche) pueblos vecinos que al igual que las comparsas en Europa, realizan caravanas con imágenes religiosas de los pueblos circunvecinos.

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Las ofrendas, signo de alegría eterna y de comunión que se tendrá con los difuntos

La celebración de Todosantos y  Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, es una mezcla de creencias prehispánicas y cristianas, y de ahí surgió la idea de que los “difuntos chiquitos” regresan a la tierra el día uno y los difuntos adultos al día siguiente.

Otra versión es que los religiosos franciscanos venidos de España, a raíz de la Conquista y respetando las tradiciones y costumbres de los nativos mexicas, establecieron la celebración religiosa para todos los difuntos que se supone ya están en el cielo, el día uno, y para los difuntos que aún purgan penas en el Mictlán o Purgatorio, se les recibe y festeja el día 2.

Desde hace siglos la Iglesia católica enseña que después de la muerte los difuntos  inician una vida distinta en la que ya no necesitan alimento ni bebida, y al estar ya en la presencia de Dios no necesitan viajar como almas tristes, solas ni sedientas o hambrientas.

De ahí que los bautizados y creyentes en México, además de hacer sufragios-oraciónes-, ponen una ofrenda para rendir homenaje a los difuntos  y dar gracias a Dios por todo el bien que hicieron en esta Tierra.

La ofrenda, así considerada, es un signo de alegría eterna  de que gozan ellos y de la comunión que se tendrá con ellos al final de esta vida terrenal.

En los países de tradición católica se celebra el Día de Todos Santos como una tradición instituida justamente en honor a todos los santos de la Iglesia, conocidos y desconocidos, como lo han expresado los Papas, “Para compensar cualquier falta a las fiestas de estos consagrados a Dios por parte de los fieles vivos,durante el año litúrgico”.

En estas fechas se recuerda que los habitantes del actual México realizaban un culto especial a los difuntos en el tiempo de cosechas, desde el mes de agosto. Su intención era compartir con los muertos la alegría  y los bienes materiales con que los había beneficiado la diosa Tierra.  Por tanto la ofrenda casera contaba con los mejores alimentos y bebidas para que el difunto pudiera saciarse y soportar el hambre hasta el año siguiente.

Esta creencia se modificó  con la llegada de los misioneros católicos y la fecha de agosto se cambió para noviembre, de acuerdo al calendario cristiano, y se dedicó para honrar a todos los santos en la Iglesia universal.

En esta conmemoración dedicada a los difuntos se unió la visita de familiares vivos a sus difuntos que yacen en los panteones, llamados también cementerios o camposantos, para “coronar” con arreglos florales  las tumbas de los seres queridos;  y por la noche del día uno muchos vivos mantienen como tradición las velaciones que consisten en permanecer en vigilia de oración  con rezos y cantos, a la luz de velas o veladoras hasta el amanecer,  para rogar por la salvación del alma del familiar o amigo.

Las ciudades en las cuales existe a la fecha  una mayor tradición acerca de estas celebraciones, son Pátzcuaro, Janitzio, Tzintzuntzan, así como en el Distrito Federal en el panteón de Mixquic, entre otras.

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