Pilcaya: 19/S: 13:14:40 horas

Miércoles, 18 Octubre 2017 21:30 Escrito por Silvestre Hernando Alconedo*

En un pueblo, si una familia amanece sin techo, ya es una tragedia.

Pilcaya, junto con Tlancualpican, Centeocala, Nahuituxco y Santa Ana Tecoloapa, son las cinco juntas auxiliares con que cuenta el municipio de Chiautla. Pilcaya, pueblo eminentemente rural, como gran parte de los pueblos de la mixteca; forma parte de los pueblos que viven la expulsión de mano de obra hacia la Unión Americana. A 25 kilómetros de Chiautla de Tapia, cabecera municipal, cuyo recorrido de alrededor de treinta minutos tomando la carretera a Ixcamilpa de Guerrero. El camino  antes de terracería hoy ya pavimentado, comunica también con el pueblo de Ayuxuxtla, lugar donde se firmó el Plan de Ayala un 28 de noviembre de 1911, a la cabeza el revolucionario Emiliano Zapata Salazar, personaje de la revolución mexicana. Toda esta zona simpatizó con Emiliano Zapata y su lucha campesina.

Ahí sentados, solos, Brígido y Cipriano, bajo la marquesina de una casa en las afueras del pueblo, con revoque ennegrecido por el paso del tiempo, pero en buen estado; sentados, cubriéndose de los rayos del sol que caen a plenitud en este pueblo de Pilcaya, pasamos frente a ellos. Entramos por unas de las calles que conducen al centro de la población; ellos, no reparan en nuestra llegada, se mantienen en una plática amena que nada los distrae; calle toda llena de silencio que al avanzar, nos sorprende un montón de escombros, prueba fiel de un desastre reciente. Calle que como muchas, muestran los estragos del temblor del día 19 de septiembre de 2017.

Brígido y Cipriano hacen suyo un feliz pasado, recuerdan que en su niñez la escuela primaria ya funcionaba en Pilcaya y, que por los años 1940  estaba a cargo del profesor Joaquín Cardoso Guzmán, oriundo de Chiautla de Tapia, que venía procedente del municipio de Chalchicomula de Sesma, Puebla; durante varios años este destacado profesor permaneció en Pilcaya y gozo de la amistad y respeto de la gente, se entregó con mucho cariño a la enseñanza y a la alfabetización que el país emprendía: la instrucción primaria a aquellos niños del medio rural que también la requerían. Hombres y mujeres que construyeron un pueblo, su pueblo, dedicado a la agricultura principalmente; un pueblo constituido de familias amables, entregadas a honrar  cada 24 de junio a San Juan, su santo patrono.

Ya en los años 1970, la escuela primaria contaba con más personal docente, profesores que formaron a niños y jóvenes, descendientes de aquella generación a la que pertenecen tanto Brígido como Cipriano. Una nueva generación donde algunos no tuvieron otro recurso que emigrar a los Estados Unidos. Niños que asistieron a aquella escuela primaria dirigida por la profesora Yolanda Cardoso Vázquez; recuerdan que los maestros procedían de la cabecera municipal, Chiautla de Tapia que, para  aquellos tiempos el camino era de terracería y los profesores pernotaban en esta comunidad. Esta situación generó a pequeña escala en aquellos años, ingresos para ciertos moradores, en especial los que daban alojamiento y las que preparaban los alimentos para los profesores.

13:14 horas. Un día que había amanecido normal, así lo comentan, sin embargo permanecía en la memoria el temblor de hace treinta y dos años atrás, cuando la ciudad de México fue colapsada por un terremoto parecido, dejando una estela de muerte por la caída de una innumerable cantidad de edificios, parecía que eso ya lejano, que pronto se olvidaría.  A poco de iniciar la tarde, Pilcaya y sus moradores, ocupados en sus actividades de cada día, en esta fatídica hora, veía caer buena parte de sus viviendas de adobe, endebles ante el inesperado estruendo del temblor que golpeó como un fuerte latigazo esta parte de la mixteca. La furia del temblor de ese día, parecía arrancaría de tajo sus casas;  muchas soportaron la embestida, otras, si bien se mantuvieron en pie, pero con los daños ocasionados que presentan, terminaran por ser tiradas     

Había mucho que platicar y mucho que recordar, eso hacían Brígido Cipriano, que sus cuerpos ya muestran el correr de los años; semblantes de tristeza y esperanza; para estos momentos, ambos añoraban la fuerza y el vigor de aquella juventud dejada. No percibieron nuestro paso, ni nuestra cercanía; con voz baja y cansada, estos dos abuelos hacían un recorrido de la vida transcurrida no solo de ellos, también recordaban su pueblo que los vio nacer antes de que concluyera la primera mitad del siglo veinte. No cabe duda almacenaban mucha información; tenían el lugar y el momento para recordar parte de la historia de su amada Pilcaya, que a partir del temblor ya no sería igual, las cosas cambiarían.

Hablan con mucha tristeza de como este temblor se ensaño con su iglesia, no daban crédito a los estragos sufridos en este recinto, que con tanto cariño y devoción habían custodiado generaciones. Con nostalgia rememoran entrañablemente todos aquellos días de fiesta; muchas guardan en su memoria, y en especial el día dedicado a su santo patrón; una conmemoración religiosa que hermana a toda una comunidad; ceremonia y día de fiesta que recibe un sinnúmero de visitantes de pueblos circunvecinos y mayordomías como las procedentes de la ciudad de Cholula: Día de fiesta donde el pueblo abre sus puertas como una sola, para compartir su alegría, su devoción y sus alimentos; todo ello, preparado con tanto esmero para este día tan importante, día donde la gente convive con todos, ríe con todos, lo disfrutan juntos, sencillamente, porque es, el día más esperado: día de San Juan, un día grande para esta comunidad.

A nuestro regreso a la cabecera municipal, cada kilómetro recorrido, al alejarnos, una vez visitado esta población, algo nos quedaba claro, que Pilcaya es un pueblo que tiene en su gente, no solo su amabilidad, sus hombres mantienen su entereza y la fuerza para sobreponerse y reconstruir su pueblo. San Juan nos volverá a reunir, y la alegría volverá.

Mientras, Brígido y Cipriano se habían retirado, después de una charla amena, había llegado la hora de comer y volvieron cada cual a su morada; a una realidad no esperada; luego, el sol, que hace poco estaba ardiente, ahora tiende a desaparecer, y al caer, las sombras cubren a San Juan Pilcaya. Un pueblo tan cerca y tan lejos, escondido en una serranía, donde la tragedia parece inexistente. Mañana, es otro día, será un mejor día.

*Miembro fundador de Alianza Ciudadana Mixteca de Chiautla de Tapia, A.C.

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