La morada de Dios entre los hombres

Domingo, 25 Mayo 2025 21:45 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

UN SIGNO HACENDOSO DE ESPERANZA: Este Dios-Trinidad, lo es todo en nosotros, vive a nuestro lado y convive con el fuego del amor, que es lo que nos transforma y nos forma existencialmente. Además, la certeza es lo que nos amanece y reverdece, con un proceder fraguado de místicos anhelos y un ceder para renovarse, brillante de gracia y deslumbrante de alegría.

I.- EL ALTÍSIMO ES EL CORAZÓN DEL MUNDO

Todas las criaturas avanzan sin cesar,
hemos de hacerlo en unión y unidad,
hacia el término común que es Dios,
en una plenitud de acordes piadosos,
donde el Resucitado nos irradia savia.

Su cruz es la cruz que nos emancipa,
que nos rescata de todas las ofensas,
que nos redime de la masa de penas,
que nos exime de todos los dolores,
pues su voz en el silencio es poesía.

Sin un poder que se adueñe de nada,
pues todo se hace corazón a corazón;
el mundo se vuelve más compasivo,
más armonioso y más providencial,
pues su generosa paz es alegría pura.

II.- LA PROMESA DEL ALTÍSMO ES DAR VIDA

Jesús declara que vivirá en nosotros,
que habitará a nuestro lado siempre;
sí guardamos su Palabra en el obrar,
y sí resguardamos en nuestro andar,
su cercanía transformadora de bien.

El Maestro se arriesga a habitarnos,
a encauzar nuestro despertar diario,
a tramar en nuestra vida su morada,
sólo hay que seguirle y responderle,
reconocer su amor y conocer su luz.

No cerremos los ojos a su evocación,
sigamos noche y día el llamamiento,
vigilemos y sin revelarnos por velar,
pongámonos a disposición de querer,
que darse a Dios es ungirse de gozo.

III.- EL ALTÍSIMO NOS LLENE DE SU PAZ

Señor dame tu paz, provéeme dichas,
abastéceme de armonía los lenguajes,
súrteme de energía fraterna cada día,
reúneme junto a ti en espíritu orante,
y vísteme de simpatía los momentos.

Necesito secar mis lágrimas contigo,
enjuagar las pupilas de mis adentros,
rociar mis preocupaciones de tu paz,
absorber mis deseos de tu clemencia,
pues sin ti nada soy y debo serlo todo.

Me desvelo por ser la balada gloriosa,
porque la placidez que Cristo nos da,
es el don de sí mismo para salvarnos,
para llevarnos y elevarnos al Creador,
y no volver a tropezar en lo mundano.

Víctor CORCOBA HERRERO
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