Miércoles, 05 Octubre 2022 22:01

Conocerse a sí mismo: Papa Francisco


Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento: "La vida espiritual tiene sus contraseñas: palabras que se refieren a lo que somos más sensibles. Es importante conocerlas para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos y presentan con excesiva importancia cosas bellas pero ilusorias"

Estamos nosotros con nuestras "contraseñas" espirituales, las "palabras que tocan el corazón porque se refieren a lo que somos más sensibles". Y está el diablo, el "tentador", que "conoce bien estas palabras clave" y toca los nervios en carne viva, tentándonos, hipnotizándonos, engañándonos "con el señuelo" de las carreras, las cualificaciones, las relaciones.

Cosas "bellas pero ilusorias". Luego está Dios, el único que puede darnos la "confirmación" de nuestro valor: "Nos lo dice cada día desde la cruz: murió por nosotros, para mostrarnos lo valiosos que somos a sus ojos". En su audiencia general, el Papa Francisco prosiguió con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento y en este primer miércoles de octubre, dirigiéndose a miles de fieles en la Plaza de San Pedro, los invitó a escarbar en el fondo del alma para "conocerse a sí mismos". Lo que nos hace alegrarnos, lo que nos hace sufrir, lo que nos hace capitular.

Conocerse a sí mismo

"El buen discernimiento también requiere el autoconocimiento. En efecto, implica nuestras facultades humanas: memoria, intelecto, voluntad, afectos", explicó el Papa.

    “A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficientemente bien a nosotros mismos, y por eso no sabemos lo que realmente queremos”

Es precisamente de este "insuficiente diálogo entre la vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva" de donde surgen "las dudas espirituales y las crisis vocacionales".

    “Han oído muchas veces: "Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca supo lo que quería...". Hay gente que... Y entonces sí, su vida va así, porque tampoco sabe lo que quiere. Sin llegar a ese extremo, pero también nos pasa que no sabemos lo que queremos, no nos conocemos bien”

La tentación de disfrazarse

El Papa citó a este respecto El trigo y la cizaña, de Thomas Green, quien "señaló cómo muchas dificultades en el tema del discernimiento apuntan a problemas de otro tipo, que deben ser reconocidos y explorados". Así escribe este "autor de la espiritualidad":

"He llegado a la convicción de que el mayor obstáculo para el verdadero discernimiento (y el verdadero crecimiento en la oración) no es la naturaleza intangible de Dios, sino el hecho de que no nos conocemos suficientemente a nosotros mismos, y ni siquiera queremos conocernos como realmente somos. Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no sólo ante los demás, sino también cuando nos miramos al espejo".

"Todos tenemos la tentación de estar enmascarados incluso delante de nosotros mismos", dijo Francisco. "Olvidar la presencia de Dios en nuestras vidas va de la mano con el hecho de ignorarnos a nosotros mismos – ignorando a Dios e ignorándonos a nosotros – las características de nuestra personalidad y nuestros deseos más profundos".  
Desconectar el "piloto automático”

Conocerse a sí mismo no es difícil, pero es agotador: implica una paciente excavación interior. Requiere la capacidad de parar, de "desconectar el piloto automático", de tomar conciencia de nuestra forma de hacer las cosas, de los sentimientos que nos habitan, de los pensamientos recurrentes que nos condicionan, muchas veces sin que nos demos cuenta.

También requiere que uno "distinga entre las emociones y las facultades espirituales". “Siento no es lo mismo que estoy convencido; sentir no es lo mismo que querer”, explicó el Pontífice. Así llegamos a "reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad está a veces un poco distorsionada". Para el Papa, "darse cuenta de esto es una gracia". De hecho:

    “Muchas veces puede ocurrir que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias pasadas, nos influyan fuertemente, limitando nuestra libertad para jugar por lo que realmente cuenta en nuestra vida”

Las contraseñas espirituales y las manipulaciones del diablo

Francisco profundizó en su reflexión con una metáfora informática, la de las contraseñas, necesarias para entrar en los programas donde se almacena la información personal.

    “Incluso la vida espiritual tiene sus contraseñas: hay palabras que tocan el corazón porque se refieren a aquello a lo que somos más sensibles”

El tentador, es decir, el diablo, conoce bien estas palabras clave, y es importante que nosotros también las conozcamos, para no encontrarnos donde no queremos estar.

    “La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo cosas desordenadas, presentadas con excesiva importancia. De este modo nos hipnotiza con la atracción que despiertan en nosotros estas cosas, que son bellas pero ilusorias, que no pueden cumplir lo que prometen, dejándonos al final una sensación de vacío y tristeza. Esa sensación de vacío y tristeza es una señal de que hemos "tomado" un camino que no era el correcto, que nos ha desorientado”

"Pueden ser, por ejemplo, un título, una carrera, las relaciones, todas cosas en sí mismas loables, pero hacia las que, si no somos libres, corremos el riesgo de albergar expectativas irreales, como la confirmación de nuestra valía", advirtió el Papa Francisco. Y agregó hablando espontáneamente:

    “Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿piensas en él sólo para promocionarse, para tu propio interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros”

Protegernos de quien nos manipula

Es de esta incomprensión de la que a menudo resulta "el mayor sufrimiento, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad", observó el Obispo de Roma. "Por eso – dijo – es importante conocernos a nosotros mismos, saber las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de los eslóganes llamativos y superficiales".

    “Muchas veces lo que se dice en un programa de televisión, en algún anuncio que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir por ahí sin libertad. Tengan cuidado con eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o las provocaciones del momento?”

El examen de conciencia

El Obispo de Roma añadió que una ayuda es el examen de conciencia, es decir, "el buen hábito de releer con calma lo que ocurre en nuestro día, aprendiendo a notar en nuestras evaluaciones y elecciones a qué damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué encontramos finalmente".

Sobre todo, aprender a reconocer lo que sacia el corazón. Porque sólo el Señor puede darnos la confirmación de nuestro valor... No hay obstáculo ni fracaso que pueda impedir su tierno abrazo.

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Ciudad del Vaticano. - Francisco, preocupado por la amenaza nuclear y la escalada militar del conflicto en Ucrania, dedica todo el Ángelus a hacer un fuerte llamamiento al alto el fuego. Lamenta las anexiones, recomienda respetar la integridad territorial de cada país y los derechos de las minorías. Se lamenta por los miles de víctimas, "especialmente entre los niños".

Un llamado directo del Papa al presidente de Rusia, Vladimir Putin para que detenga la guerra, uno al presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky para abrirse a propuestas de paz seria, un profundo dolor por la sangre derramada y una firme condena al riesgo de una escalada nuclear de consecuencias catastróficas. La alocución de Francisco antes del Ángelus no fue dedicada como de costumbre a una reflexión sobre el Evangelio del día, sino a un consistente y amplio llamamiento para poner fin a la guerra, la de Ucrania, “una herida terrible e inconcebible” que amenaza con la destrucción total, “un error y un horror”.

Este enésimo llamamiento del Sucesor de Pedro no es el corolario de una audiencia general de los miércoles o el habitual llamamiento después del rezo mariano dominical, es un apremiante apelo a los implicados en esta guerra, pero también a la comunidad internacional para que “busque negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables”. Una preocupación del Santo Padre por el futuro de la humanidad, por las jóvenes generaciones, para que no tengan que respirar “el aire contaminado de la guerra, que es una locura”.

Publicamos el texto integral de la alocución del Papa Francisco antes del rezo mariano del Ángelus de este domingo 2 de octubre de 2022

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta herida terrible e inconcebible de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse.

Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin hogar y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser justificadas nunca!, !Nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y terror indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.

¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.

Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.

Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, rogándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a propuestas de paz serias. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de diálogo. ¡Por favor, que las generaciones más jóvenes respiren el aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura!

Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!

Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la Súplica a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, unidos espiritualmente a los fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.

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El Papa Francisco presidió esta mañana la misa de clausura del XXVII Congreso Eucarístico Nacional en el Estadio Municipal XXI Septiembre de Matera. En su homilía, el Pontífice recordó el desafío permanente que la Eucaristía ofrece a nuestra vida: "adorar a Dios y no al yo". E invitó a soñar con una Iglesia Eucarística, que adora al Señor presente en el pan pero que también sabe inclinarse con compasión ante las heridas de los que sufren

La Eucaristía nos recuerda la primacía de Dios y nos llama al amor a nuestros hermanos: lo recordó hoy el Papa Francisco durante la misa de clausura del XXVII Congreso Eucarístico Nacional en el Estadio Municipal XXI Septiembre de Matera. Desde la “ciudad del pan”, el Pontífice reflexionó sobre el texto del Evangelio de la liturgia de hoy, la parábola que presenta por un lado al rico que hace alarde de opulencia y festeja profusamente, y por otro lado al pobre, Lázaro, que cubierto de llagas yace a la puerta esperando que caigan algunas migajas de esa mesa para alimentarse.

“El pan no siempre se comparte en la mesa del mundo; no siempre emana la fragancia de la comunión; no siempre se parte en justicia”, recuerda el Papa y, ante la dramática escena descrita por Jesús en esta parábola, insta a preguntarse: “¿a qué nos invita el sacramento de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida del cristiano?”

La primacía es de Dios

“La Eucaristía nos recuerda la primacía de Dios” afirma el Obispo de Roma.  El hombre rico, de hecho, no está abierto a una relación con Dios: no hay lugar en su vida para Dios porque sólo se adora a sí mismo, sólo piensa en su propio bienestar, en satisfacer sus necesidades, en disfrutar de la vida. Se le llama “rico", porque ha perdido su nombre, su identidad en el texto viene dada sólo por los bienes que posee, explica el Papa y añade:

Qué triste es esta realidad aún hoy, cuando confundimos lo que somos con lo que tenemos, cuando juzgamos a las personas por la riqueza que tienen, los títulos que ostentan, los papeles que desempeñan o la marca de ropa que llevan. Es la religión del tener y del parecer, que a menudo domina la escena de este mundo, pero que al final nos deja con las manos vacías.

Poner a Jesús en el centro

Por el contrario, el pobre tiene un nombre, Lázaro, que significa "Dios ayuda". “A pesar de su condición de pobreza y marginación, - observa Francisco - puede mantener su dignidad intacta porque vive en relación con Dios”. “Dios es la esperanza inquebrantable de su vida”.

He aquí, pues, el desafío permanente que la Eucaristía ofrece a nuestra vida: adorar a Dios y no al yo. Ponerlo a Él en el centro y no a la vanidad del yo. Para recordar que sólo el Señor es Dios y que todo lo demás es un regalo de su amor. Porque si nos adoramos a nosotros mismos, morimos en la asfixia de nuestro pequeño yo; si adoramos las riquezas de este mundo, se apoderan de nosotros y nos hacen esclavos; si adoramos al dios de la apariencia y nos embriagamos en el despilfarro, tarde o temprano la vida misma nos pedirá la cuenta.

En cambio, cuando adoramos al Señor Jesús presente en la Eucaristía, recibimos también una nueva mirada sobre nuestra vida:

Yo no soy las cosas que poseo y los éxitos que consigo alcanzar; el valor de mi vida no depende de lo mucho que pueda presumir, ni disminuye cuando fracasé y fallé. Soy un hijo amado; estoy bendecido por Dios; Él ha querido revestirme de belleza y me quiere libre de toda esclavitud. Recordemos esto: el que adora a Dios no se convierte en esclavo de nadie. Redescubramos la oración de adoración: nos libera y nos devuelve nuestra dignidad de hijos.

Jesús nos pide una conversión efectiva

La Eucaristía – recuerda el Santo Padre – nos llama además al amor de nuestros hermanos. Una tarea en la que el hombre rico del Evangelio fracasa. Sólo al final de su vida, cuando el Señor invierte su suerte, se fija por fin en Lázaro, pero Abraham le dice: "Entre nosotros y tú se ha abierto un gran abismo" (Lc 16,26). “Fue el hombre rico – precisa el Papa – quien cavó un abismo entre él y Lázaro durante su vida terrenal y ahora, en la vida eterna, ese abismo permanece”. De hecho, nuestro futuro eterno depende de esta vida presente: “si cavamos un abismo con nuestros hermanos ahora, ‘cavamos nuestra propia tumba’ para después; si levantamos muros contra nuestros hermanos ahora, quedamos presos en la soledad y la muerte incluso después”. "Esta parábola sigue siendo también la historia de nuestro tiempo", recuerda Francisco:

Las injusticias, las desigualdades, los recursos de la tierra injustamente repartidos, los abusos de los poderosos contra los débiles, la indiferencia ante el grito de los pobres, el abismo que cavamos cada día generando marginación, no pueden dejarnos indiferentes. Por eso, hoy, juntos, reconozcamos que la Eucaristía es una profecía de un mundo nuevo, es la presencia de Jesús que nos pide que nos comprometamos para que se produzca una conversión efectiva: de la indiferencia a la compasión, del derroche al reparto, del egoísmo al amor, del individualismo a la fraternidad.

Soñar una Iglesia eucarística

El Pontífice invita a soñar una “Iglesia eucarística”, “una Iglesia que se arrodilla ante la Eucaristía y adora con admiración al Señor presente en el pan; pero que también sabe inclinarse con compasión ante las heridas de los que sufren, levantando a los pobres, enjugando las lágrimas de los que padecen, haciéndose pan de esperanza y alegría para todos”. Y desde Matera, "ciudad del pan", exhorta:

Volvamos al sabor del pan, porque mientras tenemos hambre de amor y de esperanza, o estamos rotos por las fatigas y los sufrimientos de la vida, Jesús se convierte en alimento que nos alimenta y nos sana. Volvamos al gusto por el pan, porque mientras la injusticia y la discriminación de los pobres siguen produciéndose en el mundo, Jesús nos da el Pan de Compartir y nos envía cada día como apóstoles de la fraternidad, la justicia y la paz.

Volver a Jesús

El Papa invita a volver a Jesús, adorarlo y acogerlo “cuando la esperanza se apaga y sentimos la soledad del corazón, el cansancio interior, el tormento del pecado, el miedo a no triunfar”. Volver “al sabor del pan”. “Porque Él vence a la muerte y renueva siempre nuestra vida”.

El Congreso Eucarístico en Matera

El Papa Francisco fue recibido en la “ciudad del pan”, a distancia de 31 años de la visita de San Juan Pablo II, por el presidente de la CEI, el cardenal Matteo Zuppi, por el arzobispo de Matera-Irsina, monseñor Antonio Giuseppe Caiazzo y por las autoridades locales.

El Congreso Eucarístico, desarrollado del 22 a 24 de septiembre, tuvo como tema “Volver al gusto del pan. Por una Iglesia eucarística y sinodal”. Unos 800 delegados, llegados de 166 diócesis italianas compartieron con 80 obispos cuatro días de oración, reflexión sobre la centralidad de la Eucaristía.

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Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General al reciente viaje apostólico al país asiático: Encontré un lugar donde se valora la paz y la fraternidad, donde la política y la religión tienen la misma dignidad, y donde se han tomado decisiones positivas, como el rechazo de las armas nucleares desde el principio.

Ciudad del Vaticano. - En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco repasó las principales etapas de su reciente viaje a Kazajistán para subrayar el significado de los momentos vividos y agradecer al Presidente de la República, a las autoridades, a los obispos y a todos los que colaboraron en su acogida en el país.

Kazajstán, un lugar de convivencia y encuentro

El Papa recordó que el motivo principal de su visita fue su participación en el VII Congreso de Líderes de las Religiones Mundiales y Tradicionales, promovido en la capital Nursultán por el gobierno local, que desde hace 20 años quiere presentar su país al mundo "como un lugar de encuentro y diálogo, en este caso a nivel religioso y por tanto protagonista en la promoción de la paz y la fraternidad humana".

    “Esto significa poner a las religiones en el centro del esfuerzo por construir un mundo en el que nos escuchemos y respetemos en la diversidad. Y esto no es relativismo, no: es escuchar y respetar. Y el mérito es del gobierno kazajo que, habiéndose liberado del yugo del régimen ateo, propone ahora una vía de civilización que mantiene unidas la política y la religión, sin confundirlas ni separarlas, condenando claramente el fundamentalismo y el extremismo. Es una posición equilibrada de unidad”.

La Declaración, fruto de un largo viaje

El Papa Francisco destaca la continuidad de la Declaración Final aprobada por el Congreso con la firmada en Abu Dhabi en febrero de 2019 sobre la Fraternidad Humana y señala este paso como el "fruto de un camino que comenzó desde lejos":

    “Pienso, por supuesto, en el histórico Encuentro Interreligioso por la Paz convocado por San Juan Pablo II en Asís en 1986, tan criticado por personas poco previsoras; pienso en la mirada clarividente de San Juan XXIII y San Pablo VI; y también en la de grandes almas de otras religiones -sólo mencionaré a Mahatma Gandhi. Pero ¿cómo no recordar a tantos mártires, hombres y mujeres de todas las épocas, lenguas y naciones, que han pagado con su vida su fidelidad al Dios de la paz y la fraternidad? Lo sabemos: los momentos solemnes son importantes, pero luego es el compromiso diario, es el testimonio concreto que construye un mundo mejor para todos”.

El no de Kazajstán a las armas nucleares

El viaje fue también una oportunidad para reunirse con las autoridades de Kazajistán y la comunidad eclesiástica, continuó Francisco, subrayando la vocación de ese país, donde conviven ciento cincuenta etnias y más de ochenta lenguas, de ser un "país de encuentro, de culturas, de lenguas"'. Una vocación, dice, que hay que fomentar y apoyar.

    “También esperaba que pudiera continuar la construcción de una democracia cada vez más madura, capaz de responder eficazmente a las necesidades del conjunto de la sociedad. Es una tarea ardua, que lleva tiempo, pero ya hay que reconocer que Kazajstán ha tomado decisiones muy positivas, como la de decir "no" a las armas nucleares y la de las buenas políticas energéticas y medioambientales. Esto fue valiente. En un momento en el que esta trágica guerra nos lleva a que algunos piensen en las armas nucleares, esa locura, este país ya está diciendo "no" a las armas nucleares”.

Una Iglesia pequeña pero llena de alegría

De la Iglesia local, el Papa destaca la alegría y el entusiasmo. Los católicos son una minoría, dice, "pero esta condición, si se vive con fe, puede dar frutos evangélicos". Y continúa señalando algunas de ellas:

    "En primer lugar, la bendición de la pequeñez, de ser levadura, sal y luz, confiando únicamente en el Señor y no en alguna forma de relevancia humana. Además, la escasez numérica invita a desarrollar las relaciones con los cristianos de otras confesiones, y también la fraternidad con todos. Así que rebaño pequeño, sí, pero abierto, no cerrado, no a la defensiva, abierto y confiado en la acción del Espíritu Santo, que sopla libremente donde y como quiere".

Los numerosos mártires de esta Iglesia

En Kazajistán, muchos fueron los hombres y mujeres que dieron su vida por el Evangelio durante el período de persecución de la Iglesia, añade el Papa Francisco:

    ““Los mártires: los mártires del pueblo santo de Dios, porque sufrieron décadas de opresión atea, hasta su liberación hace 30 años, hombres y mujeres que sufrieron mucho por la fe durante el largo período de persecución. Asesinado, torturado, encarcelado, por la fe”.”

La Cruz de Cristo, el ancla de la salvación que nunca defrauda

Un recuerdo y una imagen más: "la explanada de la Expo 2017, rodeada de arquitectura ultramoderna" donde el Papa presidió la misa en la fiesta de la Exaltación de la Cruz.

Francisco comenta: "En un mundo en el que se entremezclan el progreso y el retroceso, la Cruz de Cristo sigue siendo el ancla de la salvación: un signo de esperanza que no defrauda porque se funda en el amor de Dios".

La reflexión del Papa concluye con la esperanza de que el camino realizado dé frutos para Kazajistán y para la vida de esa Iglesia.

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•    Ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio.
•    Es la enseñanza que el Papa Francisco destaca del Evangelio del día, que hoy presenta una parábola “un poco difícil de comprender”.

CIUDAD DEL VATICANO. - Asomado, como cada domingo, a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano para rezar el Ángelus a la Madre de Dios con los peregrinos, el Sumo Pontífice meditó sobre la historia de corrupción que Jesús cuenta a sus discípulos: “un administrador deshonesto, que roba y después, cuando es descubierto por su amo, actúa con astucia para salir de esa situación”. ¿En qué consiste esta astucia - él es un corrupto - y qué quiere decirnos Jesús?, preguntó Francisco. El administrador deshonesto – explicó el Papa ­- “no se da por vencido, no se resigna a su destino y no se hace la víctima”. Busca una solución, es “ingenioso”.

    “Jesús se inspira en esta historia para lanzarnos una primera provocación: «Los hijos de este mundo -dice- son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (v. 8).”

Sucede que, tal como dijo el Santo Padre, quien se mueve en las tinieblas, según ciertos criterios mundanos, sabe salir adelante incluso en medio de los problemas, sabe ser más astuto que los otros; sin embargo, los discípulos de Jesús, es decir, nosotros, a veces estamos dormidos, o somos ingenuos, no sabemos tomar la iniciativa para buscar salidas en las dificultades (cfr Evangelii gaudium, 24).

    “Pienso en los momentos de crisis personal, social, pero también eclesial: a veces nos dejamos vencer por el desánimo, o caemos en la queja y en el victimismo.”

Jesús, sin embargo, dice que “se podría también ser astutos según el Evangelio, ser despiertos y atentos para discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones buenas, para nosotros y para los otros”.

El Maestro ofrece también “otra enseñanza”, precisó el Obispo de Roma. La astucia del administrador consiste en “hacer un descuento a los que están en deuda, y así se hace amigo de ellos, esperando que puedan ayudarle cuando el amo le eche”. Antes acumulaba las riquezas para sí mismo, ahora las usa para hacerse amigos que puedan ayudarle en el futuro. En el mismo camino: robar,  ¿no? Y Jesús, entonces, nos ofrece una enseñanza sobre el uso de los bienes: «Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas» (v. 9).

    “Para heredar la vida eterna no es necesario acumular los bienes de este mundo, lo que cuenta es la caridad que habremos vivido en nuestras relaciones fraternas. Esta es la invitación de Jesús: no uséis los bienes de este mundo solo para vosotros mismos y para vuestro egoísmo, sino utilizadlos para generar amistades, para crear relaciones buenas, para actuar en la caridad, para promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más débiles.”

El Santo Padre constató que también hoy en día hay historias de corrupción como la que el Evangelio nos cuenta: conductas deshonestas, políticas injustas, egoísmos que dominan las elecciones de los individuos y de las instituciones, y tantas otras situaciones oscuras. Pero a los cristianos – dijo - no se nos permite desanimarnos o, peor aún, dejarlo pasar, permanecer indiferentes.

    “Al contrario, estamos llamados a ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio, usando los bienes de este mundo -no solo los materiales, sino todos los dones que hemos recibido del Señor- no para enriquecernos a nosotros mismos, sino para generar amor fraterno y amistad social. Esto es muy importante: con nuestra actitud, generar amistad social.”

Así, con estas reflexiones, el Santo Padre invitó a rezar a María Santísima para que nos ayude a ser como ella, “pobres en espíritu y ricos de caridad recíproca”.

Tras rezar el Ángelus, el Santo Padre dio gracias a Dios por el viaje a Kazajistán, realizado en días anteriores, y dijo que hablará de él en la Audiencia General del próximo miércoles. También se refirió a los enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia, expresando su cercanía espiritual a las familias de las víctimas y exhortando a las partes a respetar el alto el fuego, con vistas a un acuerdo de paz.

Pidió – como lo viene haciendo desde el inicio de la guerra- por el martirizado pueblo ucraniano, y también por la paz en cada lugar de la tierra asolado por la guerra.

En el corazón del Papa también los habitantes de Las Marcas, en Italia, región que se vio afectada por violentas inundaciones, con la seguridad de sus oraciones por los fallecidos y sus familias, los heridos y los que han sufrido graves daños.

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Ciudad del Vaticano. - Francisco recibió en el Aula Pablo VI a los participantes en el III Congreso internacional de catequesis, a quienes les dijo: Que el amor sea el "criterio para juzgar nuestra acción moral". También los invitó a "encontrar las mejores modalidades para que la comunicación de la fe sea adecuada a la edad y a la preparación de quien nos escucha". Y recordó a la religiosa y a las dos "buenas señoras" que lo prepararon para la Primera Comunión.

"Jamás se cansen de ser catequistas. No de ‘dar lección’ de catequesis, esto no. Ofrecer. ¿El dedo? En el bolsillo... La catequesis no puede ser como una hora de clase, sino que es una experiencia viva de la fe". El Papa Francisco recibió al final de la mañana en el Aula Pablo VI a unos mil cuatrocientos catequistas llegados de todo el mundo a la Ciudad del Vaticano para el tercer Congreso internacional de catequesis. A todos ellos les agradeció su "compromiso por la transmisión de la fe", que es una importante "responsabilidad" hacia los niños, jóvenes y adultos que "piden hacer un camino de fe".
El "ministerio" de los catequistas

Lo que llevan a cabo los catequistas en la comunidad cristiana es, en efecto, un "gran papel". Por este motivo, el 10 de mayo de 2021, con el Motu proprio Antiquum ministerium, el Papa instituyó formalmente el "ministerio" del catequista. Un reconocimiento a "la presencia" de los laicos que, en virtud del bautismo, colaboran en el servicio de la evangelización en un mundo que ve "la imposición de una cultura globalizada".

Con una Editio typica, también el año pasado, el Santo Padre había introducido un rito específico por el que todos los obispos del mundo, a partir del 1° de enero de 2022, pueden instituir a los catequistas durante una celebración litúrgica. También esto es un signo para conferir mayor dignidad a quienes tienen este cargo que, tal como dijo el Pontífice en numerosas ocasiones, no es un trabajo sino una "vocación".
La cita del miércoles

Una vocación que concierne a todos los creyentes, incluidos los obispos, los sacerdotes, los consagrados y las consagradas, "porque el Señor nos llama a todos a hacer resonar su Evangelio en el corazón de cada persona", señaló el Pontífice en su discurso de hoy. Y destacó que le gusta mucho "la cita de los miércoles", la audiencia general, "cuando cada semana me encuentro con tantas personas que viene a participar en la catequesis". Para Francisco "es un momento privilegiado". Y añadió:

    “Reflexionando sobre la Palabra de Dios y la tradición de la Iglesia, caminamos como Pueblo de Dios, y también estamos llamados a encontrar las formas necesarias para dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana”

No se cansen de ser catequistas

Se trata de un entusiasmo que el Papa Francisco espera que no se pierda: "Por favor – les dijo a los participantes en este Congreso – no se cansen nunca de ser catequistas. No de ‘hacer la lección’ de la catequesis". Ciertamente – subrayó – hay que encontrar los mejores medios para que la comunicación de la fe sea "adecuada" a la edad y a la preparación de las personas que escuchan. Pero, sobre todo, es decisivo "el encuentro personal que tenemos con cada uno de ellos", porque eso "abre el corazón para recibir el primer anuncio y desear crecer en la vida cristiana con el mismo dinamismo que permite la catequesis". En este sentido será "muy útil" – dijo el Papa – el nuevo Directorio para la Catequesis entregado en los últimos meses para entender "cómo renovar la catequesis en las diócesis y parroquias".

Testigos de la vida nueva

Francisco también citó el Catecismo de la Iglesia católica para recordar a los catequistas la llamada a ser "Testigos de la vida nueva”.

    “No se olviden nunca que la finalidad de la catequesis, que es una etapa privilegiada de la evangelización, es llegar a encontrar a Jesucristo y permitir que Él crezca en nosotros”

De esta "vida nueva " el verdadero y único mandamiento es el "amor". Aquel "que proviene de Dios y que Jesús reveló con el misterio de su presencia entre nosotros. Queridos catequistas, ustedes están llamados a hacer visible y tangible la persona de Jesucristo, que ama a cada uno de ustedes y por esto se convierte en la regla de nuestra vida y en el criterio de juicio de nuestras acciones morales. Nunca se alejes de esta fuente de amor, porque es la condición para ser felices y estar llenos de alegría siempre y a pesar de todo".

Vocación

Por último, el Papa Francisco dijo que está seguro de que "este camino llevará a muchos de ustedes a descubrir plenamente la vocación de ser catequista, y a pedir así entrar en el ministerio de la catequesis".

    “No tengan miedo: si el Señor los llama a este ministerio, ¡síganlo! Serán partícipes de la misma misión de Jesús de anunciar su Evangelio”

La hermana Dolores y las dos “Alicias”

Un recuerdo personal concluyó esta audiencia: "No quisiera terminar – lo considero algo bueno y justo – sin recordar a mis catequistas", dijo Jorge Mario Bergoglio hablando espontáneamente. "Había una religiosa que dirigía el grupo de catequistas; a veces enseñaba ella, a veces dos buenas señoras. Ambas se llamaban Alicia. Siempre las recuerdo. Y esta monja, puso los cimientos de mi vida cristiana, al prepararme para la Primera Comunión, en el año 1943-1944.

Creo que ninguno de ustedes había nacido en esa época. El Señor también me dio una gracia muy grande. Ella era muy mayor, yo era estudiante, estaba estudiando fuera, en Alemania, y cuando terminé mis estudios volví a Argentina. Al día siguiente (refiriéndose a la catequista) murió. Pude acompañarla aquel día. Y cuando estaba allí, rezando delante de su féretro, agradecí al Señor el testimonio de esta religiosa que pasó su vida casi exclusivamente dando catequesis, preparando a niños y jóvenes para la Primera Comunión. Se llamaba Dolores".

La experiencia del Papa es la demostración de que "cuando hay un buen catequista, deja una huella": "No sólo la huella de lo que siembra, sino la huella de lo que la persona ha sembrado", dijo Francisco. Y se despidió con su deseo a los catequistas "de que sus chicos, sus muchachos, sus adultos, aquellos a los que acompañan en la catequesis, los recuerden siempre ante el Señor como una persona que ha sembrado cosas buenas y bellas en el corazón".

Catequistas mártires

Un último pensamiento, en finan, el Papa lo dirigió a todos los "mártires catequistas": "Son muchos, muchos, es importantes. También los hay en nuestros tiempos". Para ellos también, gratitud y oraciones.

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Domingo, 04 Septiembre 2022 09:50

Juan Pablo I vivió el Evangelio: Papa Francisco

CIUDAD DEL VATICANO. - El Santo Padre en su homilía de la beatificación del Papa Luciani recordó que seguir a Jesús es tomar como Él las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso de Dios. Tal como el nuevo beato que con su sonrisa logró transmitir la bondad del Señor.

El Papa Francisco, al presidir esta mañana la misa de beatificación del Papa Juan Pablo I, afirmó que el nuevo beato vivió con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo y siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. En una jornada gris, bajo una intensa lluvia, la Plaza de San Pedro fue escenario de la celebración para elevar a los altares al Albino Luciani, un Papa que con su sonrisa – como dijo el Pontífice - logró transmitir la bondad del Señor.

La intensa lluvia sobre la Plaza de San Pedro no desanimó a los religiosos y fieles que acudieron a homenajear al Papa de la sonrisa.

Seguir a Jesús es cargar su cruz

Inspirado en las palabras del Evangelio de hoy, el Santo Padre en su homilía habló sobre lo que significa seguir a Jesús, ser sus discípulos, especialmente ante las advertencias que Él mismo hace a la multitud que fascinaba y asombrada lo seguía: “el que no lo ama más que a sus seres queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser su discípulo”. Una condición exigente y poco atractiva, afirmó Francisco, muy diferente a lo qué habría hecho un líder astuto al ver que sus palabras y su carisma atraían a las  multitudes y aumentaban su popularidad.  

“Sucede también hoy, especialmente en los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más expuestos a sentimientos de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos volvemos más vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el ‘salvador’ que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder aumenten”.

El retrato del beato Juan Pablo I engalana la fachada de la basílica de San Pedro

El estilo de Dios no instrumentaliza

El Pontífice explicó que Jesús no actúa de este modo, porque el estilo de Dios “no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo”, no seduce con el engaño, no quiere “distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas”, no busca la aceptación o la idolatría, no quiere que la gente lo siga “con euforia y entusiasmos fáciles” sin poder discernir sobre las motivaciones y las consecuencias de lo que significa seguir a Jesús.

“De hecho, se puede ir en pos del Señor por varias razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas. Detrás de una perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras cosas. Y esto sucede también hoy”.

Seguir al Señor no es un seguro de vida

Francisco reiteró que este no es el “estilo de Jesús” y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia. Seguir al Señor, agregó el Papa, “no significa entrar en una corte o participar en un desfile triunfal, y tampoco recibir un seguro de vida”, sino cargar la cruz, “tomar como Él las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso”, es mirarlo a Él más que a nosotros mismos.

“Mirando al Crucificado, estamos llamados a la altura de ese amor: a purificarnos de nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la Iglesia y en la sociedad, también a aquellos que no piensan como nosotros, e incluso a los enemigos”.

No vivir a medias

El Santo Padre señaló que es necesario amar “aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la soledad, aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos”. Inclinarse ante la cruz y que te puncen sus espinas, como decía Juan Pablo I. Un amor extremo, agregó Francisco, “con todas sus espinas”, sin esperar una vida tranquila o una “fe al agua de rosas”, sino arriesgarse y no dejas las cosas a medias.

“Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos, dejamos las cosas incompletas: las relaciones, el trabajo, las responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe. Y entonces acabamos por vivir a medias, cuánta gente vive a medias, también nosotros, muchas veces, tenemos la tentación de vivir a medias; sin dar nunca el paso decisivo, sin despegar, sin apostar todo por el bien, sin comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Sin concesiones”.

Papa Luciani y su bondad

El Papa no sólo constató que el nuevo beato vivió con esa entrega, “con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo”, sino que “encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria, sino que “siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde.

Francisco concluyó su homilía de la beatificación de Juan Pablo I con estas palabras:

“Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado cayendo en el “indietreismo”. Roguemos a este padre y hermano nuestro, pidámosle que nos obtenga ‘la sonrisa del alma’, esa transparente, que no engaña, la sonrisa del alma. Pidamos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas»”.

La paz en Ucrania y el mundo

La beatificación de Juan Pablo I concluyó con un cielo abierto, claro y soleado. Palabras de agradecimiento del Papa centraron la breve alocución antes del Ángelus: a cardenales, obispos y sacerdotes y fieles de diferentes países; a las Delegaciones oficiales reunidas para rendir homenaje al nuevo Beato; al Presidente de la República Italiana y al Primer Ministro del Principado de Mónaco; y en especial a los fieles de Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, lugares vinculados a la experiencia humana, sacerdotal y episcopal del Beato Albino Luciani.

El Santo Padre invitó a dirigirnos a la Virgen María “para que obtenga el don de la paz en todo el mundo, especialmente en la martirizada Ucrania” y para que “nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de vida de Juan Pablo I”.

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En el marco de su visita pastoral a L'Aquila, capital de la región italiana de los Abruzos, el Santo Padre se encontró con los familiares de las víctimas del terremoto de 2009, con las autoridades y los ciudadanos presentes en la Plaza.

L'Aquila. - "En este momento de encuentro con ustedes, en particular con los familiares de las víctimas del terremoto, quiero expresar mi cercanía a sus familias y a toda su comunidad, que ha afrontado con gran dignidad las consecuencias de ese trágico acontecimiento". Son las palabras del Papa Francisco al encontrarse esta mañana, en la Plaza frente a la Catedral de L'Aquila durante su visita pastoral a esta ciudad italiana, capital de la región de los Abruzos, con los familiares de las víctimas del trágico episodio acaecido en dicho territorio en 2009. También agradeció el saludo de bienvenida del Cardenal Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L'Aquila, quien presentó al Pontífice la realidad de la Iglesia local y de la sociedad de L'Aquila.

El Papa extendió, además, su gratitud a las autoridades, los presos, los niños, "todos, el pueblo de Dios", aseveró, por la presencia.

En primer lugar, el Obispo de Roma agradeció el testimonio de fe: "A pesar del dolor y el desconcierto propios de nuestra fe de peregrinos, han fijado su mirada en Cristo, crucificado y resucitado, que con su amor ha redimido el dolor y la muerte del sinsentido. Y Jesús les ha devuelto a los brazos del Padre, que no deja caer una sola lágrima en vano, ni siquiera una, sino que las recoge todas en su corazón misericordioso".

Nadie se salva solo

"En ese corazón están escritos los nombres de tus seres queridos, que han pasado del tiempo a la eternidad. La comunión con ellos está más viva que nunca. La muerte no puede romper el amor, nos recuerda la liturgia de los muertos: "A tus fieles, Señor, la vida no se les quita, sino que se les transforma" (Prefacio I).

"Pero el dolor está, existe, las bonitas palabras ayudan, pero el dolor permanece. Con las palabras no se va el dolor, solo con la cercanía, el afecto, con la esperanza, para ir adelante. O somos un Pueblo de Dios o estamos solos".

"La memoria es la fuerza de un pueblo"

"Les felicito por el cuidado con el que han creado la Capilla del Recuerdo", expresó el Papa. "Cuando esta memoria está iluminada por la fe, ese pueblo no queda prisionero del pasado, sino que camina en el presente mirando hacia el futuro, permaneciendo siempre apegado a sus raíces y atesorando las experiencias pasadas, buenas y malas", añadió.

"Ustedes, los habitantes de L'Aquila, han demostrado su capacidad de resistencia. Arraigada en su tradición cristiana y cívica, le permitió resistir el impacto del terremoto y comenzar inmediatamente la valiente y paciente labor de reconstrucción", sostuvo el Obispo de Roma.

"Había que reconstruir todo: las casas, las escuelas, las iglesias. Pero, como bien saben, esto se hace junto con la reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad cívica y eclesial".

"El renacer personal y colectivo es un don de la Gracia", afirmó Francisco, "y es también el fruto del compromiso de todos y cada uno. Es fundamental activar y potenciar la colaboración orgánica, en sinergia, de instituciones y entidades asociativas: una concordia esforzada, un compromiso con visión de futuro".

Iglesias, patrimonio de la comunidad

Al finalizar su alocución, resaltó que, en la labor de reconstrucción, las iglesias merecen una atención especial, no solo son patrimonio de la comunidad en un sentido histórico y cultural, sino también en un sentido de identidad, remarcó. "Esas piedras están impregnadas de la fe y los valores del pueblo, y los templos son también lugares propulsores de su vida, de su esperanza".

Y, al hablar de esperanza, saludó y agradeció a la delegación del mundo penitenciario de los Abruzos: también en ellos saludó "un signo de esperanza, porque también en las cárceles hay muchas, demasiadas víctimas", dijo. "Hoy aquí ustedes son un signo de esperanza en la reconstrucción humana y social", aseguró.

El Sucesor de Pedro renovó su saludo y extendió su bendición a los presentes, a las familias y a toda la ciudadanía.

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En su alocución después del Ángelus, El Papa Francisco recuerda las palabras del Evangelio, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará». Y nos pregunta, ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos, pero nos permite acoger la vida verdadera que viene de Dios?

Ciudad del Vaticano. - En una Plaza de San Pedro, a la que se dieron cita los fieles y peregrinos, como cada domingo, el Papa Francisco en su alocución después del rezo del Ángelus recordó las palabras del Evangelio de hoy, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará». Esto quiere decir, dijo el Papa, que, para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y su Palabra.

Y nos cuestiona a cada uno de nosotros: ¿De qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos, pero nos permite acoger la vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?, al respecto, su petición a la Virgen María, “que siguió a Jesús hasta la cruz”, para que nos ayude a medir “nuestra vida sobre Él, para entrar en la vida llena y eterna”. Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz, dijo el Papa.

Traten de entrar por la puerta estrecha

En su alocución, el Pontífice, repasó el pasaje del Evangelio de Lucas de la Liturgia de este domingo: "Un hombre le pregunta a Jesús: «¿Son pocos los que se salvan?» Y el Señor responde: «Traten de entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24)"

El Papa dijo que es probable, que al imaginarnos una puerta estrecha, esa imagen "podría asustarnos", afirmó,  como si la salvación fuera destinada solo a pocos elegidos o a los perfectos. Pero esto contradice lo que Jesús nos ha enseñado en muchas ocasiones, añadió el Pontífice, de hecho, poco más adelante, Él afirma: «Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios». Por lo tanto, animó Francisco, esta puerta es estrecha, ¡pero está abierta a todos!

Una puerta estrecha abierta a todos

Más adelante, el Papa Francisco dijo que para "entenderlo mejor, hay que preguntarse qué es esta puerta estrecha. Jesús extrae la imagen de la vida de esa época y, probablemente, se refiere a que, cuando llegaba el atardecer, las puertas de las ciudades se cerraban y solo quedaba abierta una, más pequeña y más estrecha: para regresar a casa se podía pasar únicamente por ahí". Pero manifestó que, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará» (Jn 10,9). Nos quiere decir que para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y su Palabra.

Así como para entrar en la ciudad, había que “medirse” con la única puerta estrecha que permanecía abierta, del mismo modo,  señaló Francisco, la vida del cristiano es una vida “a medida de Cristo”, fundada y moldeada en Él. Y la vara de medición es Jesús y su Evangelio, recordó el Papa, y no lo que pensamos nosotros, sino lo que nos dice Él. El Santo Padre nos dijo que es una puerta estrecha no "por ser destinada a pocas personas, sino porque pertenecer a Jesús significa seguirle, comprometer la vida en el amor, en el servicio y en la entrega de sí mismo como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la cruz".

Limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosufiencia

El Pontífice manifestó que para entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone, implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz. Y citó algunos ejemplo de personas, dijo, no eligieron la puerta ancha:

"Pensemos concretamente a esos gestos cotidianos de amor que llevamos adelante con esfuerzo: a los padres que se dedican a los hijos haciendo sacrificios y renunciando al tiempo para sí mismos; a los que se ocupan de los demás y no solo de sus propios intereses; a quien se dedica a los ancianos, a los más pobres y a los más débiles; a quien sigue trabajando con esfuerzo, soportando dificultades y tal vez incomprensiones; a quien sufre a causa de la fe, pero continúa rezando y amando; a los que, más que seguir sus instintos, responden al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el coraje para volver a empezar".

Solo son algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su conveniencia, explicó por último, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida entregada en el amor. Estas personas, dice hoy el Señor, serán reconocidas por el Padre mucho más que los que ya piensan ser salvados y, en realidad, son «los que hacen el mal». Y nos preguntó por último ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos pero nos permite acoger la vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?

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CIUDAD DEL VATICANO. - Jesucristo nos invita en el Evangelio de hoy a reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria que nos lleve eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad. El Papa Francisco lo hizo presente al rezar el Ángelus en el domingo 14 de agosto.

Como cada domingo también este 14 de agosto el Papa Francisco se asomó desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los peregrinos la oración mariana del Ángelus y realizar su comentario al Evangelio del día, hoy Lucas 12, 49-53. El Evangelio de hoy narra que mientras está en camino con sus discípulos, Jesús dice: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). “¿De qué fuego está hablando? ¿Y qué significan estas palabras hoy para nosotros?” fue la interrogación que Francisco planteó para introducir su reflexión.

El Evangelio es como un fuego que incita al cambio

Recordando que Jesucristo trajo el “Evangelio al mundo”, es decir, la Buena Noticia del amor de Dios por cada uno de nosotros, señaló que el mismo es “como un fuego” porque, cuando irrumpe en la historia, “quema los viejos equilibrios de la vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado”.

En otras palabras, el Evangelio no deja las cosas como están: cuando pasa el Evangelio, y es escuchado y recibido, las cosas no se quedan como están. El Evangelio incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos. Es exactamente como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida que todos tenemos, consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos.

Jesucristo está inflamado por el fuego del amor de Dios

Jesús, recordó aún Francisco, está “inflamado por el fuego del amor de Dios y, para hacerlo arder en el mundo, se entrega Él mismo el primero de todos, amando hasta el extremo, incluso hasta la muerte y la muerte de cruz (cf. Flp 2,8)”. Lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, Cristo con su luz y su poder revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se consideran perdidos:

Derriba las barreras de las marginaciones, cura las heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas externas. Es por eso que es “fuego”: cambia, purifica.

La fe no es una “canción de cuna”, sino un fuego encendido

Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy son una invitación, pues, a “reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria, o en un medio de bienestar individual, que nos lleve eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad”. En efecto, dijo el Pontífice, un teólogo decía que la fe en Dios “nos tranquiliza, pero no del modo que quisiéramos: es decir, no para procurarnos una ilusión paralizante o una satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar”.

La fe, en definitiva, no es una “canción de cuna” que nos adormece. La fe verdadera es un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche.

¿Arde en nosotros el fuego del Espíritu?

He aquí que el Papa animó a preguntarnos si somos “apasionados por el Evangelio”, si la fe que profesamos y celebramos nos sitúa “en una tranquilidad feliz”, si enciende en nosotros “el fuego del testimonio”. Preguntas que también podemos hacernos, según Francisco, “como Iglesia”:

En nuestras comunidades, ¿arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe, o nos dejamos arrastrar por el cansancio y las costumbres, con el rostro apagado y el lamento en los labios y las habladurías de cada día?

La alegría de Jesús "ensancha" el corazón

Para finalizar, el Santo Padre pidió “revisar” estas cosas, para que también nosotros podamos decir como Jesús:

Estamos inflamados por el fuego del amor de Dios y queremos “lanzarlo” al mundo, llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente la alegría de Jesús, que ensancha el corazón - ¡ensancha el corazón! – y hace bella la vida.

Por eso hoy en el Ángelus rezó para que la Santísima Virgen que acogió el fuego del Espíritu Santo, interceda por nosotros.

Solidaridad para Somalia, afectada por la Sequía

Tras la oración mariana el Sumo Pontífice llamó la atención sobre la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y algunas zonas de los países limítrofes, ahora en peligro de muerte a causa de la sequía. "Espero que la solidaridad internacional pueda responder eficazmente a esta emergencia", expresó.

Misericordia y piedad para el pueblo ucraniano

Al saludar a los peregrinos reunidos en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, donde hace 20 años San Juan Pablo II hizo el Acto de Entrega del mundo a la Divina Misericordia, destacó el significado de tal gesto, que queremos - dijo - renovar hoy en la oración y en el testimonio de vida. Y añadió:

La misericordia es el camino de la salvación para cada uno de nosotros y para el mundo entero. Y pedimos al Señor, misericordia especial, misericordia y piedad para el atormentado pueblo de Ucrania.

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