Plaza San Pedro. Ciudad del Vaticano. -  León XIV dedica la catequesis de la audiencia general en la plaza de San Pedro al diálogo interreligioso y al mensaje del documento conciliar Nostra Aetate. Recuerda las raíces judías del cristianismo y sugiere una serie de temas en los que todas las religiones pueden colaborar: la ecología, la lucha contra el extremismo religioso, la inteligencia artificial. Por último, hace un llamamiento para que "nada nos separe".

“Todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. Y así también yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, por el mismo Evangelio”. Son palabras claras y directas las que pronuncia el Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general de hoy, miércoles 29 de octubre, en la Plaza de San Pedro, reiterando la total incompatibilidad entre el Evangelio, el Magisterio de la Iglesia y el antisemitismo.

La audiencia, precedida de un largo paseo en papamóvil durante el cual León XIV saludó a varios niños, matrimonios y a la multitud de fieles que llegaba hasta la plaza de Pío XII, está dedicada -como él mismo anunció- al "diálogo interreligioso". La ocasión es la celebración del 60 aniversario de la Declaración Nostra Aetate, aprobada por el Concilio Vaticano II el 28 de octubre de 1965.
Como compañeros de viaje

Recordando el diálogo entre Jesús y la Samaritana, nacido de la sed de Dios y superando las barreras de la cultura, el género y la religión, el Papa recuerda que este momento capta el núcleo mismo del diálogo interreligioso. En esta estela, recuerda que el documento conciliar redefinió las relaciones entre la Iglesia católica y las religiones no cristianas, en particular el judaísmo, y "abrió -subraya el Pontífice- un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual". Miró a los seguidores de otras religiones de un modo enriquecedor.

    “Como compañeros de viaje en el camino de la verdad; para honrar las diferencias afirmando nuestra común humanidad; y para discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”

La Iglesia deplora el odio, la persecución y el antisemitismo

Con este documento, continúa explicando el Pontífice, el Papa Juan XXIII pretendía restablecer la relación original con el mundo judío, dando forma, "por primera vez en la historia de la Iglesia", al tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo y que a nivel bíblico y teológico representaba "un punto de no retorno". Un reconocimiento, pues, del vínculo entre "el pueblo del Nuevo Testamento" y "el linaje de Abraham".

    “La Iglesia, consciente de la herencia que tiene en común con los judíos, e impulsada no por motivos políticos sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra los judíos en todo tiempo y por cualquiera”

Una amistad sólida

"Hoy -añadió el Papa- podemos mirar con gratitud todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto se debe no sólo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, está en sí mismo diálogo".

    “No podemos negar que durante este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero éstos nunca han impedido la continuación del diálogo. Incluso hoy, no debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos distraigan de la amistad, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que hemos conseguido hasta ahora”

Arraigados en el amor

León XIV recuerda que el espíritu de Nostra Aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia, reconociendo que todas las religiones pueden reflejar "un rayo de esa verdad que ilumina a todos los hombres", buscando respuestas a los misterios de la vida llevando el diálogo también al plano espiritual. De ahí la invitación a "comprometerse" reconociendo todo lo que hay de bueno, verdadero y santo en las distintas tradiciones, especialmente en el mundo de hoy "donde, a causa de la movilidad humana, nuestras diversidades y pertenencias espirituales están llamadas a encontrarse y convivir fraternalmente".

    “Nostra Aetate recuerda que el verdadero diálogo tiene sus raíces en el amor, único fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación, al tiempo que rechaza firmemente toda forma de discriminación o persecución, afirmando la igual dignidad de todo ser humano”

Actuar juntos contra el fanatismo religioso y el extremismo

La implicación de la que habla el Papa se convierte, según sus instrucciones, en actuar juntos en un mundo que "necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración". León XIV señala los ámbitos en los que podemos trabajar juntos para aliviar el sufrimiento humano y cuidar, por ejemplo, de la casa común y más allá.

    “Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Debemos reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar vigilantes contra el abuso del nombre de Dios, de la religión y del propio diálogo, y contra los peligros que plantean el fundamentalismo religioso y el extremismo”

La inteligencia artificial y sus peligros

Entre las cuestiones que hay que abordar está también la de la Inteligencia Artificial, que "si se concibe como una alternativa a lo humano, puede socavar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales.

    “Nuestras tradiciones tienen una inmensa contribución que aportar a la humanización de la tecnología e inspirar así su regulación, para proteger los derechos humanos fundamentales.”

Esperanza en el mundo de mañana

Las religiones, prosigue el Papa, enseñan que "la paz comienza en el corazón humano" y, por tanto, pueden aportar una importante contribución para hacer posible "un mundo nuevo". "Debemos restaurar la esperanza en nuestras vidas personales, en nuestras familias, en nuestros barrios, en nuestras escuelas, en nuestros pueblos, en nuestros países y en nuestro mundo". El Pontífice recordó que Nostra Aetate, hace sesenta años, trajo esperanza al mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial.

    “Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Trabajemos juntos, porque si estamos unidos todo es posible. Procuremos que nada nos divida”

La base del diálogo y la oración

Es en la amistad y la cooperación donde las generaciones futuras pueden mirar para continuar el diálogo.

    “Y ahora, detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”

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CIUDAD DEL VATICANO. - El Pontífice expresó su solidaridad con las poblaciones de Centroamérica afectadas por las intensas lluvias que han provocado una catástrofe humanitaria: 80 muertos, decenas de desaparecidos, miles de viviendas e infraestructuras destruidas. A continuación, animó a rezar sin descanso por la paz en el mundo. Por último, saludó a las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, que estos días celebran el 150 aniversario de su fundación.

Estoy cerca con afecto a las poblaciones de México oriental afectadas en días pasados por las inundaciones. Rezo por las familias y por todos los que sufren a causa de esta calamidad y encomiendo al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, las almas de los difuntos.

Al finalizar la oración del Ángelus, asomado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa León XIV expresó su afecto y solidaridad con todo México, azotado hace unas dos semanas por violentas lluvias que han causado inundaciones y provocado un enorme desastre humanitario: 80 personas fallecidas, decenas de desaparecidos y enormes daños a viviendas e infraestructuras.

Lluvias excepcionalmente abundantes azotaron durante una semana todo el país. Veracruz, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo fueron los estados más afectados. Pueblos enteros quedaron sumergidos bajo el lodo y los escombros y miles de mexicanos se quedaron sin agua ni electricidad. Las lluvias que golpearon la zona centro oriental del país hace dos semanas han dejado hasta el momento 80 personas fallecidas y 18 desaparecidas.  

Contribuir a la paz con la oración

El Pontífice, como ya ha hecho en tantas ocasiones públicas, ha invitado también a seguir rezando, sin cesar, por la paz en el mundo:

Continúa incesante nuestra oración por la paz, especialmente mediante el rezo comunitario del Santo Rosario. Contemplando los misterios de Cristo junto con la Virgen María, hacemos nuestro el sufrimiento y la esperanza de los niños, las madres, los padres y los ancianos víctimas de la guerra. Y de esta intercesión del corazón nacen tantos gestos de caridad evangélica, de cercanía concreta, de solidaridad.

Y dirigiéndose "a todos aquellos que, cada día, con perseverancia confiada, llevan adelante" el compromiso de la oración para pedir el fin de las guerras, el Papa León citó la exclamación utilizada por Jesús en el Sermón de la Montaña: “¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!”.

Un aniversario importante

Por último, el Pontífice saludó con especial afecto a las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, que estos días celebran el 150 aniversario de su fundación. La congregación fue fundada en Nápoles, con el aliento y la aprobación del entonces arzobispo, cardenal Sisto Riario Sforza, por Isabella de Rosis, originaria de Cosenza, el 24 de octubre de 1875. En el nombre de la congregación reside todo el sentido de su misión: reparar, con la ofrenda de la vida, la oración, la acción y el sacrificio, las ofensas y las heridas infligidas al Sagrado Corazón de Jesús.

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Miércoles, 15 Octubre 2025 06:58

Jesús es el punto de llegada de nuestro caminar

CIUDAD DEL VATICANO. - En la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, León XIV inició la última parte del ciclo jubilar "Jesucristo, nuestra esperanza" y abrió el capítulo "La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual" con la reflexión "El Resucitado, fuente viva de la esperanza humana". El Pontífice indicó que Jesús es el “compañero de viaje” que nos sostiene en el camino no siempre fácil de nuestra vida. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta".

Una plaza de San Pedro repleta de fieles acogió hoy al Papa León XIV para la audiencia general del este miércoles 15 de octubre. Como de costumbre, antes de iniciar su reflexión, el Papa saludó desde el papamóvil a los numerosos fieles allí reunidos. En esta ocasión, la presencia de unos 60 000 peregrinos condujo al Pontífice más allá del hemiciclo de Bernini, a lo largo de la Vía de la Conciliación, en medio de una animada multitud.

“En las catequesis del Año jubilar, hasta este momento, hemos recorrido la vida de Jesús siguiendo los Evangelios, desde el nacimiento a la muerte y resurrección. De este modo, nuestra peregrinación en la esperanza ha encontrado su fundamento firme, su camino seguro”, inició diciendo el Santo Padre en su reflexión, precisando que ahora, “en la última parte del camino, dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos”.

Creados para la plenitud

El Papa evidenció que en nuestra vida, llena de matices y de vivencias diferentes, experimentamos una “situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras” y  “sentimos que siempre nos falta algo”. Pero, en verdad – aseguró – no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia, según la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan (cfr 10,10).

Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta no en los roles, no en el poder, no en el tener, sino en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada. Tal certeza coincide con la esperanza.

La esperanza cumple

El Pontífice recalcó que esto no quiere decir “pensar de forma optimista” sino que “a menudo el optimismo nos decepciona, al ver cómo nuestras expectativas implosionan, mientras la esperanza promete y cumple”.

Hermanas y hermanos, ¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón. La Resurrección de Cristo, de hecho, no es un simple acontecimiento de la historia humana, sino el evento que la transformó desde dentro.

El Obispo de Roma invitó además a pensar en una fuente de agua y sus características, evidenciando que sin ella “no se puede vivir”, para indicar:

El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y preparada para todo el que tenga sed. Y cuanto más saboreamos el misterio de Dios, más nos atrae, sin quedar nunca completamente saciados.

Jesús sacia nuestra vida

A continuación, aseguró que es “Jesús, con su Resurrección”, quien nos ha asegurado “una permanente fuente de vida”. Él “es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad”.

Solo Jesús muerto y resucitado responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido? Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable.

Sin Jesús, la vida es un vagar sin meta

Jesús es también “el punto de llegada de nuestro caminar, aseguró el Santo Padre. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido”.

El Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.

La esperanza de Cristo

Finalmente, el Papa León dejó una síntesis que debemos atesorar: 

Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa León XIV preside la santa Misa con ocasión del Jubileo de la Espiritualidad Mariana y recuerda que el centro de este Jubileo no es María sola, sino María que nos lleva a Cristo, fuente de la verdadera conversión y renovación del mundo.

Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV presidió esta mañana la Santa Misa con motivo del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, que se está celebrando este fin de semana en Roma. En su homilía, el Pontífice exhortó a los fieles a “recordar siempre a Jesucristo”, subrayando que toda auténtica espiritualidad cristiana —incluida la mariana— tiene a Jesús como centro.

“La espiritualidad mariana, que alimenta nuestra fe, tiene a Jesús como centro. Como el domingo, que abre cada nueva semana en el horizonte de su resurrección de entre los muertos”.

Después, citando al apóstol Pablo, recuerda que “el domingo nos hace cristianos porque llena la memoria incandescente de Jesús nuestro sentir y nuestro pensar, modificando nuestra convivencia, nuestra forma de habitar la tierra.”

La lección de Naamán

El Pontífice continúa su homilía reflexionando sobre “la curación de Naamán, el sirio”. La historia de Naamán muestra cómo la verdadera grandeza no reside en títulos, medallas o prestigio, sino en la apertura a la gracia de Dios: “Si Naamán sólo hubiera seguido acumulando medallas para poner en su armadura, al final habría sido devorado por la lepra; aparentemente vivo, sí, pero cerrado y aislado en su enfermedad. De este peligro nos libera Jesús, Él que no lleva armaduras, sino que nace y muere desnudo”.

Y es que en un mundo que valora los títulos, los logros y el reconocimiento, el Papa Prevost nos recuerda que el amor de Dios no se gana ni se mide: “Quizás, cuantos menos títulos se puedan ostentar, más claro está que el amor es gratuito. Dios es puro don, sola gracia, pero ¡cuántas voces y convicciones pueden separarnos también hoy de esta verdad desnuda y disruptiva!”.

Invitación a un encuentro real con Dios y con los demás

“Cuidémonos, pues, de ese subir al templo que no nos lleva a seguir a Jesús”, ha advertido el en su homilía de hoy, subrayando la importancia de que la práctica religiosa sea un verdadero encuentro con Dios y con los demás. “Existen formas de culto que no nos unen a los demás y nos anestesian el corazón”, agregó el Papa, recordando que la fe auténtica requiere apertura, compromiso y cercanía, tal como lo hizo María en “el cambio del mundo y en la alegría del Magnificat”.

Otra advertencia del Papa ha sido sobre la “instrumentalización de la fe”. El Santo Padre recuerda que “se corre el riesgo de transformar a los diferentes —a menudo los pobres— en enemigos, en “leprosos” a los que hay que evitar y rechazar”.

María sigue a Jesús hacia los pobres y necesitados

“El camino de María va tras el de Jesús, y el de Jesús es hacia cada ser humano, especialmente hacia los pobres, los heridos, los pecadores”. Así de claro lo ha explicado el Papa en su homilía,  en la que también ha recordado que “la auténtica espiritualidad mariana hace actual en la Iglesia la ternura de Dios, su maternidad” porque “cada vez que miramos a María, volvemos a creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto”. De hecho – subraya – “en ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a los demás para sentirse importantes”.

Exhortación por la Paz

Por último, destaca la exhortación del Papa Prevost a “buscar la justicia y la paz” y a “mantener viva la espiritualidad cristiana, la devoción popular por aquellos hechos y lugares que, bendecidos por Dios, han cambiado para siempre la faz de la tierra”.

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Miércoles, 08 Octubre 2025 11:11

La Humildad de la Resurrección

Ciudad del Vaticano. - En su catequesis de hoy, el Papa León XIV nos invita a descubrir que la Resurrección de Cristo no se manifiesta en gestos espectaculares, sino en la sencillez del amor cotidiano. El Señor resucitado camina junto a nosotros en el silencio de lo ordinario, transformando el dolor en esperanza y la vida diaria en lugar de encuentro con Dios.

En su reciente catequesis, el Papa León XIV invitó a los fieles a contemplar un aspecto profundamente conmovedor del misterio pascual: la humildad de la Resurrección de Cristo. Lejos de los gestos espectaculares o de las manifestaciones de poder, el Señor resucitado se presenta ante sus discípulos con la sencillez del amor cotidiano.

    “El Señor resucitado no hace nada espectacular para imponerse a la fe de sus discípulos. No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo. Al contrario, se acerca discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan.”

El poder de lo ordinario

Los evangelios muestran a un Cristo que se deja reconocer en los gestos más comunes: María Magdalena lo confunde con un jardinero; los discípulos de Emaús lo toman por un forastero; los pescadores lo ven como un simple transeúnte. En cada escena, el Resucitado elige la normalidad como lenguaje de cercanía.

El Papa León XIV subraya que esta discreción no es un detalle menor, sino una clave de la fe cristiana. “La Resurrección no es un giro teatral”, afirma, “sino una transformación silenciosa que llena de sentido cada gesto humano”. Incluso cuando Jesús come un trozo de pescado ante los suyos, nos recuerda que nuestro cuerpo, nuestra historia y nuestras relaciones están llamados a la plenitud, no a ser descartados.

La gracia escondida en lo cotidiano

El Pontífice invita a descubrir que, en la Pascua de Cristo, todo puede convertirse en gracia: trabajar, cuidar del hogar, esperar, servir, acompañar. Nada de lo que forma parte de nuestra vida escapa a la mirada amorosa de Dios.

    “La Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su "sabor". Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios.”

Sin embargo, León XIV advierte de un obstáculo frecuente: la creencia de que la alegría cristiana debe ser una alegría sin heridas. Como los discípulos de Emaús, a menudo caminamos tristes porque esperamos un Mesías sin cruz. Pero el Papa nos recuerda que el dolor no niega la promesa, sino que revela la medida del amor de Dios.

Un fuego que arde bajo las cenizas

Cuando los discípulos reconocen al Señor al partir el pan, descubren que su corazón ya ardía sin saberlo. Esa es, para el Papa, “la gran sorpresa de la fe”: encontrar en medio del desencanto un rescoldo vivo, esperando ser reavivado por la esperanza.

La resurrección de Cristo, explica, proclama que ninguna caída es definitiva, ninguna herida está condenada a permanecer abierta para siempre. Incluso en la distancia o el desánimo, el amor de Dios sigue siendo una fuerza invencible que busca al ser humano allí donde esté.

    “Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios.”

El Señor que camina con nosotros

“Jesús resucitado no se impone con clamores”, recuerda León XIV. “Se acerca a nuestros caminos —los del trabajo, el sufrimiento o la soledad— y con infinita delicadeza calienta nuestro corazón.” Así, la fe se convierte en una experiencia de acompañamiento: Dios no elimina nuestras pruebas, sino que las habita con su presencia.

    “El Resucitado se acerca en los lugares más oscuros: en nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman. Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno.”

El Papa concluye su catequesis con una invitación a la confianza: a reconocer la presencia humilde del Resucitado, a aceptar la vida con sus heridas, y a dejar que cada dolor se transforme en lugar de comunión. Solo así —dice— podremos volver a nuestras casas “con un corazón que arde de alegría”: una alegría sencilla, serena, que no borra las cicatrices, sino que las ilumina con la certeza de que Cristo está vivo y camina con nosotros.

    “El Resucitado sólo desea manifestar su presencia, hacerse nuestro compañero de camino y encender en nosotros la certeza de que su vida es más fuerte que cualquier muerte. Pidamos, pues, la gracia de reconocer su presencia humilde y discreta, de no esperar una vida sin pruebas, de descubrir que todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión.”

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Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre reflexiona en la audiencia jubilar sobre la opción de santa Clara de Asís que eligió “la vida de las Bienaventuranzas” antes que las riquezas del mundo, “quien no elige desespera”.

En la audiencia jubilar de este sábado 4 de octubre en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa León XIV reflexionó sobre el llamado a la elección del Evangelio como estilo de vida: “ningún servidor puede servir a dos señores” (Lc 16,13-14), recordando el ejemplo de Santa Clara de Asís.  

“El Jubileo abre también la esperanza de una distribución diferente de la riqueza, de la posibilidad de que la tierra sea de todos, porque en realidad no lo es. En este año debemos elegir a quién servir, si a la justicia o a la injusticia, si a Dios o al dinero”, expresó el Pontífice.

El Papa refirió que “esperar es elegir”, explicando que podría significar dos cosas: “La más obvia es que el mundo cambia si nosotros cambiamos. Por eso se hace la peregrinación, es una elección. Se atraviesa la Puerta Santa para entrar en un tiempo nuevo”.

La acedia espiritual

“El segundo significado -dijo el Papa León- es más profundo y sutil: esperar es elegir porque quien no elige desespera. Una de las consecuencias más comunes de la tristeza espiritual, es decir, de la acedia, es no elegir nada. Entonces, quien la experimenta es presa de una pereza interior peor que la muerte. Esperar, en cambio, es elegir”.

El Santo Padre recordó el ejemplo de una joven mujer “que, con la gracia de Dios, supo elegir”. Se refiere a Clara de Asís. “Y me alegra hablar de ella en la fiesta de San Francisco”, dijo el Papa.

“Sabemos que Francisco, al elegir la pobreza evangélica, tuvo que romper con su propia familia. Sin embargo, era un hombre: el escándalo estaba ahí, pero era menor. La elección de Clara fue aún más impresionante: ¡una muchacha que quería ser como Francisco, que quería vivir, como mujer, tan libre como aquellos hermanos!”, expresó el Papa.

La vida de las Bienaventuranzas

“Entonces, como hoy, ¡hay que elegir! Clara eligió, y esto nos da una gran esperanza”, dijo León XIV. Mencionando también dos consecuencias de esa elección: “otras chicas de esa zona encontraron la misma valentía y eligieron la pobreza de Jesús, la vida de las Bienaventuranzas; la segunda consecuencia es que esa elección no fue como un destello en la sartén, sino que perduró en el tiempo, hasta llegar a nosotros. La opción de Clara inspiró opciones vocacionales en todo el mundo y sigue haciéndolo hasta hoy”.

“Clara de Asís nos recuerda que a los jóvenes les gusta el Evangelio. Sigue siendo así: a los jóvenes les gustan las personas que han elegido y soportan las consecuencias de sus elecciones. Y esto hace que otros quieran elegir”, reiteró el Papa, llamando a “una santa imitación: uno no se convierte en una "fotocopia", sino que cada uno -cuando elige el Evangelio- se elige a sí mismo. Se pierde y se encuentra. La experiencia lo demuestra: sucede así”.

Finalmente, el Papa invitó a rezar por los jóvenes y por la Iglesia para “que no sirva al dinero ni a sí misma, sino al Reino de Dios y a su justicia”.

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Ciudad del Vaticano. - En la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, León XIV se detiene en la Pascua de Cristo para subrayar cómo Dios "no ha renunciado a nosotros" incluso ante nuestras limitaciones, y nos llama a ser testigos de una paz “más fuerte que toda derrota”: acérquense “a quien están encerrado en el miedo y el sentimiento de culpa”.

“El centro de la misión de la Iglesia no consiste en administrar un poder sobre los demás, sino en comunicar la alegría de quien ha sido amado justamente cuando no se lo merecía”. Fueron palabras del Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general del primer miércoles de octubre.

En una plaza de San Pedro repleta de fieles procedentes de todo el mundo, el Obispo de Roma subraya que ésta “es la fuerza que ha hecho nacer y crecer la comunidad cristiana: hombres y mujeres que han descubierto la belleza de volver a la vida para poder donarla a los demás”.

El Pontífice centra su meditación en el tema jubilar “Jesucristo, nuestra esperanza”. En particular, se detiene en la Pascua de Jesús, tal y como se describe en el Evangelio de Juan, y en la visita del Resucitado a los discípulos, “sus amigos”, encerrados en el cenáculo y “paralizados por el miedo”. Cristo, en cambio, les lleva “un don que ninguno hubiera osado esperar: la paz”.

Dios no renuncia a nosotros

En la catequesis el Papa subraya como Cristo aparece a los discípulos y les muestra las manos y el costado con los signos de la pasión, “un gesto tan bello que resulta casi inapropiado” y pregunta: “¿Por qué exhibir sus heridas precisamente ante quienes, en aquellas horas dramáticas, lo renegaron y lo abandonaron? ¿Por qué no esconder aquellos signos de dolor y evitar que se reabra la herida de la vergüenza?” Y aclara que con este gesto Jesús muestra “que está ya plenamente reconciliado con todo lo que ha sufrido. No guarda ningún rencor”. Jesús no siente “la necesidad de reiterar o afirmar su propia superioridad. Él se aparece a sus amigos -los discípulos-, y lo hace con extrema discreción, sin forzar los tiempos de su capacidad de acoger. Su único deseo es volver a estar en comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa”.

Las heridas no sirven para reprender, sino para confirmar un amor más fuerte que cualquier infidelidad. Son la prueba de que, precisamente en el momento en que hemos fallado, Dios no se ha echado atrás. No ha renunciado a nosotros.

Nuestras debilidades humanas

El Santo Padre afirma a continuación que también nosotros, como los discípulos, “a menudo ocultamos nuestras heridas por orgullo o por el temor de parecer débiles. Decimos “no importa”, “ya ha pasado todo”, pero no estamos realmente en paz con las traiciones que nos han herido. Y a veces preferimos esconder nuestro esfuerzo por perdonar para no parecer vulnerables y no correr el riesgo de sufrir de nuevo, al contrario de Jesús.

Él ofrece sus llagas como garantía de perdón. Y muestra que la resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en una esperanza de misericordia.

La resurrección, centro de nuestra fe y esperanza

De hecho, el Pontífice reitera que el “centro de nuestra fe y el corazón de nuestra esperanza se encuentran profundamente enraizados en la resurrección de Cristo”, que no fue “un triunfo estruendoso” ni “una venganza o revancha contra sus enemigos”. Sino más bien un “testimonio maravilloso de cómo el amor es capaz de levantarse después de una gran derrota para proseguir su imparable camino”.

Así, el Señor se muestra nudo y desarmado. No exige, no chantajea. Su amor no humilla; es la paz de quien ha sufrido por amor y ahora finalmente puede afirmar que ha valido la pena.

Donar el amor a los demás

Una vez que Cristo ha mostrado a los discípulos su amor y su perdón, les confía también una tarea importante, la de llevar este mensaje a los demás, afirma el Papa. En el Evangelio, Jesús dice "la paz sea con ustedes" y añade “como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes”, encargando a los apóstoles “una tarea que no es tanto un poder como una responsabilidad”, es decir, “ser instrumentos de reconciliación en el mundo”, explica León XIV. Para él, es como si Cristo dijera: “¿Quién podrá anunciar el rostro misericordioso del Padre, si no ustedes, que han experimentado el fracaso y el perdón?”. Y, de hecho, Jesús sopla sobre ellos el Espíritu Santo, el mismo que lo “sostuvo en la obediencia” a Dios al morir en la cruz, y “desde ese momento, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído: que Dios perdona, levanta, restaura la confianza”. El Pontífice insiste en que Cristo confía esta misma misión a la Iglesia y a todos sus fieles:

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros somos enviados. El Señor también nos muestra sus heridas y dice: Paz a vosotros. No tengan miedo de mostrar sus heridas sanadas por la misericordia. No teman aproximarse a quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor más fuerte que toda derrota.

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Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre León XIV reflexionó en la catequesis de la audiencia jubilar sobre la gracia de la “intuición” y “sensus fidei” del pueblo de Dios que puede generar esperanza, citando el llamado vocacional de San Ambrosio.

“El Jubileo nos hace peregrinos de esperanza, porque intuimos una gran necesidad de renovación que nos concierne a nosotros y a toda la tierra”, expresó el Papa León XIV en la audiencia jubilar de este sábado 27 de septiembre en la plaza San Pedro del Vaticano que congregaba en esta ocasión a los 35.000 peregrinos del Jubileo de los Catequistas.

El Santo Padre inició centrándose en el verbo “intuir” que “describe un movimiento del espíritu, una inteligencia del corazón que Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde”.

“A menudo, en efecto, las personas instruidas intuyen poco, porque presumen de saber. Es bueno, en cambio, tener todavía espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele”, añadió el Papa.

Recordó León XIV que “Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Dios es sencillo y se revela a los sencillos”.

La vocación de San Ambrosio

En este sentido, el Pontífice recordó un episodio que vivió la Iglesia en el siglo IV en Milán, Italia, “que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo”.

    “La Iglesia estaba desgarrada por grandes conflictos y la elección de un nuevo obispo se estaba convirtiendo en un verdadero tumulto. La autoridad civil, el gobernador Ambrosio, intervino y con una gran capacidad de escucha y mediación trajo la calma. Cuenta la historia que entonces se alzó la voz de un niño que gritó: ¡Ambrosio obispo! Y así también todo el pueblo exigió: ¡Ambrosio obispo!”

El Papa meditando sobre el llamado vacacional de este doctor de la Iglesia, menciona que “Ambrosio al principio no quiere, incluso huye. Luego se da cuenta de que es una llamada de Dios, así que se deja bautizar y ordenar obispo. Y se convierte en cristiano siendo obispo”.

El llamado a la vida cristiana

El Santo Padre refiere que hoy también pude ser posible pedir esa gracia: “¡hacerse cristiano viviendo la llamada recibida!”

“¿Eres mamá, eres papá? Hazte cristiano como mamá y papá. ¿Eres empresario, trabajador, profesor, sacerdote, monja? Hazte cristiano en tu camino. La gente tiene este "olfato": entiende si nos estamos haciendo cristianos o no. Y puede corregirnos, puede indicarnos la dirección de Jesús”, dijo León XIV.

“Intuir es una forma de esperar, ¡no lo olvidemos!”, insiste el Papa.

“Dios hace avanzar a su Iglesia, mostrándole nuevos caminos. Intuir es la nariz de los pequeños para el Reino que viene. ¡Que el Jubileo nos ayude a hacernos pequeños según el Evangelio para intuir y servir los sueños de Dios!”, finalizó el Santo Padre.

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Ciudad del Vaticano. - Al término de la audiencia general, el Papa anuncia la iniciativa de oración en el día en que la Iglesia recuerda a San Juan XXIII y en el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Invita a todos a rezar por la paz durante todo el mes de octubre, dedicado al Santo Rosario, «personalmente, en familia, en comunidad». Y a quienes prestan servicio en el Vaticano, el Pontífice les pide que vivan la oración en la Basílica de San Pedro, todos los días, a las 19 horas.

Un rosario por la paz en la Plaza de San Pedro, el sábado 11 de octubre, día en que la Iglesia recuerda a San Juan XXIII, el Papa de la encíclica Pacem in terris y del mensaje radiofónico en el que imploraba a los líderes de EE. UU. y la URSS que «salvaran la paz» en el momento álgido de la crisis de los misiles en Cuba. Y en el mismo día de la apertura del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, con el famoso «discurso a la luna», también del papa Roncalli, al final de un «gran día de paz». León XIV anuncia la iniciativa de oración, prevista para las 18 horas, en el contexto del Jubileo de la espiritualidad mariana, al término de la audiencia general de hoy.

Rezar el Rosario por la paz en la familia y en la comunidad

Al saludar a los peregrinos de lengua italiana, el Papa recuerda que el mes de octubre, ya cercano, en la Iglesa está dedicado en especial al Santo Rosario.

Por eso invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia, en comunidad.

Oración a San Pedro todos los días a las 19:00

Además, el Pontífice invita a quienes prestan servicio en el Vaticano «a vivir esta oración en la Basílica de San Pedro todos los días, a las 19:00». A continuación, el anuncio:

En particular, la tarde del sábado 11 de octubre, a las 18:00, lo haremos juntos aquí, en la Plaza de San Pedro, en la vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, recordando también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

Llevemos el amor de Jesús entre los escombros del odio que mata

Poco antes, dirigiéndose a los fieles en portugués, el Papa León los invitó a ser portadores del amor de Jesús que ilumina y levanta a la humanidad, en nuestro tiempo, entre los escombros del odio que mata. Y en su saludo a los fieles de lengua árabe, se dirigió, al comienzo del nuevo año escolar, a los estudiantes, exhortándolos a «preservar la fe y alimentarse de la ciencia, para un futuro mejor en el que la humanidad pueda disfrutar de paz y tranquilidad».

El centenario de la diócesis de Gdansk

Por último, dirigiéndose a los peregrinos polacos, saludó a los fieles de la archidiócesis de Gdansk con el arzobispo metropolitano y los obispos auxiliares, en Roma para dar gracias por el centenario de su diócesis, y a los peregrinos de la diócesis de Drohiczyn con su obispo: «En vuestra patria —dijo el Pontífice— se ha manifestado la misericordia de Dios».

 

 

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Ciudad del Vaticano.  - En el Ángelus del domingo 21 de septiembre, León XIV señaló que la verdadera riqueza es “la amistad con el Señor y con los hermanos”. Todo egoísmo nos aísla de los demás y “esparce el veneno de una competencia que a menudo genera conflictos”. Por ello, instó a administrar los dones recibidos, nuestra propia vida, con cuidado y responsabilidad, sabiendo que no somos sus dueños y que lo más importante no es acumularlos.

En la catequesis del Ángelus del último domingo de septiembre, el Papa León XIV comentó la parábola evangélica del administrador deshonesto (Lc 16,1-13) y, completando lo que ya había ofrecido como meditación en la homilía de la misa celebrada en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano, planteó una serie de preguntas sobre cómo administramos nuestra vida y los bienes recibidos. Un día seremos llamados a rendir cuentas de la gestión de los recursos de la tierra, ante Dios y ante los hombres, ante quienes vendrán después de nosotros. El Pontífice, por tanto, puso de relieve un fundamento: “No somos dueños de nuestra vida ni de los bienes de los que disfrutamos; todo nos ha sido dado como don por el Señor y Él ha confiado este patrimonio a nuestro cuidado, a nuestra libertad y responsabilidad”.

Los amigos, verdadera riqueza de este mundo

En su reflexión, el Santo Padre explicó el sentido del comportamiento y las valoraciones del administrador en el relato bíblico:

En esta difícil situación, comprende que la acumulación de bienes materiales no es lo más importante, porque las riquezas de este mundo son pasajeras; y entonces se le ocurre una idea brillante: llama a los deudores y «condona» sus deudas, renunciando así a la parte que le correspondería. De esta manera, pierde la riqueza material, pero gana amigos, que estarán dispuestos a ayudarlo y apoyarlo.

Salir del egoísmo

A continuación, el Papa Prevost evidenció la diligencia con la que el protagonista del pasaje evangélico sale de su soledad, de su egoísmo. Esto, advirtió, es lo que realmente importa:

Debemos usar los bienes del mundo y nuestra propia vida pensando en la verdadera riqueza, que es la amistad con el Señor y con los hermanos.

Construir el bien

Finalmente, el Obispo de Roma subrayó que lo que se necesita es el sentido de la justicia y la responsabilidad:

Podemos seguir el criterio del egoísmo, poniendo la riqueza en primer lugar y pensando solo en nosotros mismos; pero esto nos aísla de los demás y esparce el veneno de una competencia que a menudo genera conflictos. O bien podemos reconocer todo lo que tenemos como un don de Dios que debemos administrar, y utilizarlo como instrumento para compartir, para crear redes de amistad y solidaridad, para construir el bien, para construir un mundo más justo, más equitativo y más fraterno.

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