"No nos dejemos abrumar por el presente, sino sigamos a Cristo, que es el camino hacia la felicidad". A la hora del Regina Caeli el Papa Francisco recordó las palabras del Evangelio del día e indicó la brújula para llegar al lugar preparado por Dios para nosotros: amar a Jesús, creer en Él, imitarlo con gestos de cercanía y misericordia hacia los demás

CIUDAD DEL VATICANO. - Cuando el miedo atenaza la garganta, cuando se está agotado por la enfermedad, por el dolor de la pérdida de un ser querido, o turbado por las tormentas de la vida, cuando se experimenta el cansancio y el fracaso, a menudo se emprende el camino equivocado, se buscan recetas inútiles, se encierra uno en la soledad incapaz de afrontar ese mal que parece más grande y más fuerte que todo. En cambio, hay un Camino y es Cristo.

Dios no abandona a nadie

A la hora del Regina Caeli, mirando la Plaza de San Pedro llena de fieles y peregrinos, y a los ojos del mundo entero, el Santo Padre se hizo eco de aquel "no tengan miedo" que Jesús dirige a los discípulos poco antes de su muerte. Palabras tranquilizadoras – dijo – que imprimen en los corazones perdidos, certeza y esperanza. En efecto, prosiguió diciendo Francisco:

    “Él no los está abandonando, sino que va a preparar un lugar para ellos y los va a guiar hacia aquella meta. De este modo, el Señor nos indica hoy a todos nosotros el maravilloso lugar al que debemos ir y, al mismo tiempo, nos dice cómo ir hasta allí, mostrándonos el camino que debemos recorrer”

Jamás olvidar la belleza de la meta

Jesús – agregó el Santo Padre al comentar el Evangelio de hoy – va a preparar un lugar, "una casa", la del Padre, donde hay espacio para todos, donde todos son acogidos, amados y consolados por el calor de un abrazo. Él no se separó de nosotros, sino que nos abrió el camino anticipando el destino final: el encuentro con Dios.

    “Entonces, cuando experimentemos cansancio, desconcierto e incluso fracaso, recordemos hacia dónde se dirige nuestra vida. No debemos perder de vista la meta, incluso si hoy corremos el riesgo de olvidarlo, de olvidar las preguntas finales, las importantes: ¿Adónde vamos? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Por qué vale la pena vivir?”

“Sin estas preguntas sólo exprimimos la vida en el presente, pensamos que debemos disfrutarla lo máximo posible y terminamos por vivir al día, sin un objetivo, sin una finalidad. Nuestra patria, en cambio, está en el cielo (cf. Fil 3, 20), ¡no olvidemos la grandeza y la belleza de la meta!”.

La brújula para alcanzar el Cielo

“He aquí la brújula para alcanzar el Cielo: amar a Jesús, el camino, convirtiéndose en señales de su amor en la tierra, dijo el Obispo de Roma.

    “Hermanos y hermanas, vivamos el presente, tomemos con nuestra mano, tomemos con la mano el presente, pero no nos dejemos arrasar por él; miremos hacia arriba, miremos al Cielo, recordemos la meta, pensemos que estamos llamados a la eternidad, al encuentro con Dios. Y, desde el cielo al corazón, renovemos hoy la elección de Jesús, la elección de amarlo y de caminar detrás de Él. Que la Virgen María, que siguiendo a Jesús ya llegó a la meta, sostenga nuestra esperanza”

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En el V Domingo de Cuaresma, el Papa Francisco invita a todos aquellos que están pasando por un momento en el que piensan que “ya no hay nada que hacer” y solamente ven dolor y desesperación a reflexionar acerca del pasaje bíblico de la resurrección de Lázaro: “Hoy Jesús nos dice que no es así, que en esos momentos no estamos solos”.

Ciudad del Vaticano. - Este mediodía el Santo Padre ha presentado frente a los fieles de la plaza de San Pedro el último de los milagros de Jesús narrados antes de la Pascua, la resurrección de su amigo Lázaro:

“Lázaro es un querido amigo de Jesús, quien sabe que está a punto de morir; el Señor se pone en camino, pero llega a casa del amigo cuatro días después de que haya sido sepultado, cuando ya se ha perdido toda esperanza. Sin embargo, su presencia enciende un poco de confianza en el corazón de las hermanas, Marta y María. Ellas, en medio del dolor, se aferran a esa luz, a esta pequeña esperanza. Jesús las invita a tener fe, y pide que abran el sepulcro. Luego reza al Padre, y entonces grita a Lázaro: «¡Sal fuera!». Éste vuelve a vivir y sale” ha narrado el Papa, a la vez que nos envía un mensaje claro: “Jesús da la vida incluso cuando parece que ya no hay esperanza”.

El Papa explica que hay momentos en la vida de una persona en los que “uno se siente sin esperanza, amargado porque han experimentado cosas malas" ya sea por una pérdida dolorosa, de una enfermedad, de un cruel desengaño, de una injusticia o una traición sufrida, de un grave error cometido y siente "qwue ha dejado de esperar". También a veces oímos decir a alguien: “Ya no hay nada que hacer” y cierra la puerta a la esperanza. “Son momentos en los que la vida se asemeja a un sepulcro cerrado – dice el Papa – todo es oscuridad, en torno se ve solamente dolor y desesperación, pero el milagro de hoy nos dice que no es así, que el final no es este, que en esos momentos no estamos solos, es más, que precisamente en esos momentos Él se hace más cercano que nunca para darnos de nuevo la vida”.

Cuando llevamos en el corazón algún sufrimiento que parece aplastarnos, Jesús nos dice: “Quitad la piedra”

Desde el balcón pontificio, este domingo 26 de marzo, el Pontífice también estimula a recordar que Jesús nos invita a no dejar de creer y a no dejar de esperar, a no dejarnos abatir por los sentimientos negativos: “no escondáis el dolor, los errores, los fracasos, dentro de vosotros, en una habitación oscura y solitaria, cerrada”, por el contrario, pide el Papa: “Quitad la piedra”, es decir, “sacad todo lo que hay dentro, ponedlo ante Jesús con confianza, – “Ah, me da verguenza” – “sal fuera” –, Échamelo con confianza, dice el Señor; no me escandalizaré, dice el Señor; échamelo sin temor” y como a Lázaro, repite a cada uno de nosotros: “¡Sal fuera! ¡Levántate, reemprende el camino, reencuentra la confianza!"

"Cuántas veces en la vida nos hemos encontrado así, en este caso de no tener fuerzas para levantarnos" pregunta el Papa y asegura que Jesús nos dice: "¡Adelante, adelante! Yo estoy contigo". Por tanto, el Santo Padre nos pide hoy: "quita las vendas que te atan, no cedas al pesimismo que deprime, al temor que aísla, al desánimo por el recuerdo de malas experiencias, al miedo que paraliza. ¡Yo te quiero libre y vivo, no te abandono, estoy contigo! No te dejes aprisionar por el dolor, no dejes que muera la esperanza: ¡vuelve a vivir!”.

Recordemos que este pasaje es “un himno a la vida”

El Papa recuerda que este pasaje, que se encuentra en el capítulo 11 del Evangelio de Juan y – que nos hace mucho bien leer – “es un himno a la vida”. "Tal vez nosotros también llevamos en este momento alguna carga o algún sufrimiento en el corazón, que parece aplastarnos; alguna cosa fea, algún viejo pecado que no dejamos salir, algún error de juventud, pero, nunca se sabe. Estas cosas feas deben salir. Y Jesús dice: "¡Vamos, fuera!" recuerda el Papa y nos dice hoy a ti y a mí que “es el momento de quitar la piedra y de salir al encuentro de Jesús que está cerca”.

Por último, hace una advertencia a los confesores: "Queridos hermanos, no olvidéis que también vosotros sois pecadores y que estáis en el confesionario no para torturar: para perdonar, y para perdonarlo todo, como el Señor lo perdona todo".

El Papa pide oración por Ucrania, Siria, Turquía, Mississippi y Perú

Tras la oración mariana, el pensamiento del Papa se ha dirigido a Ucrania, todavía asolada por la guerra, a las poblaciones de Siria y Turquía que luchan contra los daños del terremoto y al Estado de Mississippi golpeado por las inundaciones de los últimos días. También invitó a rezar por la reconciliación y la paz en Perú: "Debemos rezar por el Perú, que tanto está sufriendo".

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•    En la audiencia general, Francisco lanzó un nuevo llamamiento por Ucrania: que el Señor "transforme los corazones de quienes tienen en sus manos el destino de la guerra para que cese el huracán de la violencia".

CIUDAD DEL VATICANO. - La paz y el atormentado pueblo ucraniano. El hilo de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en la audiencia general después de la catequesis se entrelaza con las sombras de nuestro tiempo sacudido en particular por el drama de la guerra en Ucrania.

“En estos días, mi corazón se dirige siempre al pueblo ucraniano, especialmente a los habitantes de las localidades sobre las que han arreciado los bombardeos. Llevo dentro mío su dolor y, por intercesión de la Santa Madre de Dios, lo presento en oración al Señor. Él siempre escucha el grito de los pobres que lo invocan: que su Espíritu transforme los corazones de quienes tienen en sus manos el destino de la guerra, para que cese el huracán de la violencia y se reconstruya la convivencia pacífica en la justicia”

El Papa Roncalli, servidor de Cristo y de la Iglesia

Saludando a los peregrinos de lengua italiana, Francisco recordó la figura de San Juan XXIII, que hace 60 años, el 11 de octubre de 1962, inauguró el Concilio Vaticano II.

“Ayer celebramos la memoria litúrgica de san Juan XXIII, que sirvió a Cristo y a la Iglesia con una dedicación ejemplar, trabajando con diligencia por la salvación de las almas. Que su protección los ayude a todos ustedes en el esfuerzo de sincera fidelidad a Cristo y los sostenga en las cotidianas fatigas”

El Papa Juan XXIII se puso al servicio de la paz en una coyuntura histórica muy delicada. En octubre de 1962, la crisis de los misiles en Cuba llevó a la humanidad al borde de la Tercera Guerra Mundial. Unos meses más tarde, se publicó la carta encíclica "Pacem in Terris", en la que el Papa Roncalli instaba a los hombres, especialmente a los que están investidos de responsabilidad pública, a no escatimar esfuerzos para dar un rumbo razonable y humano a las cosas, de modo que se eliminara también el trágico riesgo de una guerra nuclear. Incluso en esta época, la dramática y no irreal perspectiva de un conflicto atómico avanza. Y también hoy resuenan las palabras de Juan XXIII, que en la encíclica "Pacem in Terris" se unen a una frase siempre actual pronunciada en 1939 en un mensaje radiofónico por Pío XII: "Nada se pierde con la paz. Todo puede estar perdido con la guerra".

Pruebas de diálogo entre misiles y bombas

La guerra sigue avanzando en varias regiones del planeta. Este horror sigue afectando, en particular, a la martirizada población ucraniana. En las últimas horas emerge una noticia: el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serghei Lavrov, afirma que Rusia está dispuesta a considerar una propuesta de reunión sobre Ucrania entre el presidente Vladimir Putin y Joe Biden en el G20 de Indonesia. El jefe de la Casa Blanca califica a Putin de "persona racional que se ha equivocado mucho en sus cálculos". El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, teme una escalada y subraya que no puede haber espacio para el diálogo con el jefe de Estado ruso. Mientras tanto, hoy está previsto que el presidente Putin se reúna con el jefe de Estado turco, Recep Tayyip Erdogan. También está prevista una reunión de los ministros de Defensa de la OTAN en Bruselas. El presidente de los Emiratos AÁrabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, confirmó la disponibilidad de su país para mediar entre Rusia y Ucrania. Durante la noche, las bombas rusas cayeron d en Nikopol, en la región del sur de Ucrania. Varios civiles, entre ellos una niña de 6 años, resultaron heridos. Al menos 30 edificios, entre ellos dos guarderías y una escuela, resultaron dañados. Esta mañana se ha escuchado una fuerte explosión en Melitopol, ciudad del sur de Ucrania ocupada por las fuerzas rusas. Estos son sólo los episodios más recientes de una guerra que, desde el 24 de febrero de 2022, sigue sembrando sufrimiento, muerte, terror. Hay una pregunta, en particular, que desafía el corazón de todo hombre. Y resuena en la encíclica "Pacem in Terris": ¿Quién, en efecto, no anhela con ardentísimos deseos que se eliminen los peligros de una guerra, se conserve incólume la paz y se consolide ésta con garantías cada día más firmes?

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Miércoles, 05 Octubre 2022 22:01

Conocerse a sí mismo: Papa Francisco


Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento: "La vida espiritual tiene sus contraseñas: palabras que se refieren a lo que somos más sensibles. Es importante conocerlas para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos y presentan con excesiva importancia cosas bellas pero ilusorias"

Estamos nosotros con nuestras "contraseñas" espirituales, las "palabras que tocan el corazón porque se refieren a lo que somos más sensibles". Y está el diablo, el "tentador", que "conoce bien estas palabras clave" y toca los nervios en carne viva, tentándonos, hipnotizándonos, engañándonos "con el señuelo" de las carreras, las cualificaciones, las relaciones.

Cosas "bellas pero ilusorias". Luego está Dios, el único que puede darnos la "confirmación" de nuestro valor: "Nos lo dice cada día desde la cruz: murió por nosotros, para mostrarnos lo valiosos que somos a sus ojos". En su audiencia general, el Papa Francisco prosiguió con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento y en este primer miércoles de octubre, dirigiéndose a miles de fieles en la Plaza de San Pedro, los invitó a escarbar en el fondo del alma para "conocerse a sí mismos". Lo que nos hace alegrarnos, lo que nos hace sufrir, lo que nos hace capitular.

Conocerse a sí mismo

"El buen discernimiento también requiere el autoconocimiento. En efecto, implica nuestras facultades humanas: memoria, intelecto, voluntad, afectos", explicó el Papa.

    “A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficientemente bien a nosotros mismos, y por eso no sabemos lo que realmente queremos”

Es precisamente de este "insuficiente diálogo entre la vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva" de donde surgen "las dudas espirituales y las crisis vocacionales".

    “Han oído muchas veces: "Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca supo lo que quería...". Hay gente que... Y entonces sí, su vida va así, porque tampoco sabe lo que quiere. Sin llegar a ese extremo, pero también nos pasa que no sabemos lo que queremos, no nos conocemos bien”

La tentación de disfrazarse

El Papa citó a este respecto El trigo y la cizaña, de Thomas Green, quien "señaló cómo muchas dificultades en el tema del discernimiento apuntan a problemas de otro tipo, que deben ser reconocidos y explorados". Así escribe este "autor de la espiritualidad":

"He llegado a la convicción de que el mayor obstáculo para el verdadero discernimiento (y el verdadero crecimiento en la oración) no es la naturaleza intangible de Dios, sino el hecho de que no nos conocemos suficientemente a nosotros mismos, y ni siquiera queremos conocernos como realmente somos. Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no sólo ante los demás, sino también cuando nos miramos al espejo".

"Todos tenemos la tentación de estar enmascarados incluso delante de nosotros mismos", dijo Francisco. "Olvidar la presencia de Dios en nuestras vidas va de la mano con el hecho de ignorarnos a nosotros mismos – ignorando a Dios e ignorándonos a nosotros – las características de nuestra personalidad y nuestros deseos más profundos".  
Desconectar el "piloto automático”

Conocerse a sí mismo no es difícil, pero es agotador: implica una paciente excavación interior. Requiere la capacidad de parar, de "desconectar el piloto automático", de tomar conciencia de nuestra forma de hacer las cosas, de los sentimientos que nos habitan, de los pensamientos recurrentes que nos condicionan, muchas veces sin que nos demos cuenta.

También requiere que uno "distinga entre las emociones y las facultades espirituales". “Siento no es lo mismo que estoy convencido; sentir no es lo mismo que querer”, explicó el Pontífice. Así llegamos a "reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad está a veces un poco distorsionada". Para el Papa, "darse cuenta de esto es una gracia". De hecho:

    “Muchas veces puede ocurrir que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias pasadas, nos influyan fuertemente, limitando nuestra libertad para jugar por lo que realmente cuenta en nuestra vida”

Las contraseñas espirituales y las manipulaciones del diablo

Francisco profundizó en su reflexión con una metáfora informática, la de las contraseñas, necesarias para entrar en los programas donde se almacena la información personal.

    “Incluso la vida espiritual tiene sus contraseñas: hay palabras que tocan el corazón porque se refieren a aquello a lo que somos más sensibles”

El tentador, es decir, el diablo, conoce bien estas palabras clave, y es importante que nosotros también las conozcamos, para no encontrarnos donde no queremos estar.

    “La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo cosas desordenadas, presentadas con excesiva importancia. De este modo nos hipnotiza con la atracción que despiertan en nosotros estas cosas, que son bellas pero ilusorias, que no pueden cumplir lo que prometen, dejándonos al final una sensación de vacío y tristeza. Esa sensación de vacío y tristeza es una señal de que hemos "tomado" un camino que no era el correcto, que nos ha desorientado”

"Pueden ser, por ejemplo, un título, una carrera, las relaciones, todas cosas en sí mismas loables, pero hacia las que, si no somos libres, corremos el riesgo de albergar expectativas irreales, como la confirmación de nuestra valía", advirtió el Papa Francisco. Y agregó hablando espontáneamente:

    “Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿piensas en él sólo para promocionarse, para tu propio interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros”

Protegernos de quien nos manipula

Es de esta incomprensión de la que a menudo resulta "el mayor sufrimiento, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad", observó el Obispo de Roma. "Por eso – dijo – es importante conocernos a nosotros mismos, saber las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de los eslóganes llamativos y superficiales".

    “Muchas veces lo que se dice en un programa de televisión, en algún anuncio que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir por ahí sin libertad. Tengan cuidado con eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o las provocaciones del momento?”

El examen de conciencia

El Obispo de Roma añadió que una ayuda es el examen de conciencia, es decir, "el buen hábito de releer con calma lo que ocurre en nuestro día, aprendiendo a notar en nuestras evaluaciones y elecciones a qué damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué encontramos finalmente".

Sobre todo, aprender a reconocer lo que sacia el corazón. Porque sólo el Señor puede darnos la confirmación de nuestro valor... No hay obstáculo ni fracaso que pueda impedir su tierno abrazo.

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CIUDAD DEL VATICANO. - Jesucristo nos invita en el Evangelio de hoy a reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria que nos lleve eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad. El Papa Francisco lo hizo presente al rezar el Ángelus en el domingo 14 de agosto.

Como cada domingo también este 14 de agosto el Papa Francisco se asomó desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los peregrinos la oración mariana del Ángelus y realizar su comentario al Evangelio del día, hoy Lucas 12, 49-53. El Evangelio de hoy narra que mientras está en camino con sus discípulos, Jesús dice: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). “¿De qué fuego está hablando? ¿Y qué significan estas palabras hoy para nosotros?” fue la interrogación que Francisco planteó para introducir su reflexión.

El Evangelio es como un fuego que incita al cambio

Recordando que Jesucristo trajo el “Evangelio al mundo”, es decir, la Buena Noticia del amor de Dios por cada uno de nosotros, señaló que el mismo es “como un fuego” porque, cuando irrumpe en la historia, “quema los viejos equilibrios de la vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado”.

En otras palabras, el Evangelio no deja las cosas como están: cuando pasa el Evangelio, y es escuchado y recibido, las cosas no se quedan como están. El Evangelio incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos. Es exactamente como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida que todos tenemos, consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos.

Jesucristo está inflamado por el fuego del amor de Dios

Jesús, recordó aún Francisco, está “inflamado por el fuego del amor de Dios y, para hacerlo arder en el mundo, se entrega Él mismo el primero de todos, amando hasta el extremo, incluso hasta la muerte y la muerte de cruz (cf. Flp 2,8)”. Lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, Cristo con su luz y su poder revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se consideran perdidos:

Derriba las barreras de las marginaciones, cura las heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas externas. Es por eso que es “fuego”: cambia, purifica.

La fe no es una “canción de cuna”, sino un fuego encendido

Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy son una invitación, pues, a “reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria, o en un medio de bienestar individual, que nos lleve eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad”. En efecto, dijo el Pontífice, un teólogo decía que la fe en Dios “nos tranquiliza, pero no del modo que quisiéramos: es decir, no para procurarnos una ilusión paralizante o una satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar”.

La fe, en definitiva, no es una “canción de cuna” que nos adormece. La fe verdadera es un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche.

¿Arde en nosotros el fuego del Espíritu?

He aquí que el Papa animó a preguntarnos si somos “apasionados por el Evangelio”, si la fe que profesamos y celebramos nos sitúa “en una tranquilidad feliz”, si enciende en nosotros “el fuego del testimonio”. Preguntas que también podemos hacernos, según Francisco, “como Iglesia”:

En nuestras comunidades, ¿arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe, o nos dejamos arrastrar por el cansancio y las costumbres, con el rostro apagado y el lamento en los labios y las habladurías de cada día?

La alegría de Jesús "ensancha" el corazón

Para finalizar, el Santo Padre pidió “revisar” estas cosas, para que también nosotros podamos decir como Jesús:

Estamos inflamados por el fuego del amor de Dios y queremos “lanzarlo” al mundo, llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente la alegría de Jesús, que ensancha el corazón - ¡ensancha el corazón! – y hace bella la vida.

Por eso hoy en el Ángelus rezó para que la Santísima Virgen que acogió el fuego del Espíritu Santo, interceda por nosotros.

Solidaridad para Somalia, afectada por la Sequía

Tras la oración mariana el Sumo Pontífice llamó la atención sobre la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y algunas zonas de los países limítrofes, ahora en peligro de muerte a causa de la sequía. "Espero que la solidaridad internacional pueda responder eficazmente a esta emergencia", expresó.

Misericordia y piedad para el pueblo ucraniano

Al saludar a los peregrinos reunidos en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, donde hace 20 años San Juan Pablo II hizo el Acto de Entrega del mundo a la Divina Misericordia, destacó el significado de tal gesto, que queremos - dijo - renovar hoy en la oración y en el testimonio de vida. Y añadió:

La misericordia es el camino de la salvación para cada uno de nosotros y para el mundo entero. Y pedimos al Señor, misericordia especial, misericordia y piedad para el atormentado pueblo de Ucrania.

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¿Cómo llevamos la Buena Noticia del Evangelio a los demás? ¿Con espíritu y estilo fraterno, o a la manera “del mundo”, es decir con protagonismo, competitividad y centralidad en la eficacia? Son preguntas que planteó el Papa este domingo a la hora del ángelus al reflexionar sobre el Evangelio del Día. “Se pueden hacer planes pastorales perfectos”, pero “si no hay disponibilidad para la fraternidad, la misión evangélica no avanza”.

CIUDAD DEL VATICANO. - La tarea de los discípulos es ir por delante a las aldeas y preparar a la gente para recibir a Jesús; y las instrucciones que Él les da no se refieren tanto a lo que deben decir, sino a cómo deben ser, es decir, no sobre “lo que tienen escrito en la libreta” que tienen que decir, no; sino sobre el testimonio que han de dar. Lo explicó el Papa Francisco al comentar el Evangelio de la Liturgia de este domingo, en el que leemos que “el Señor designó a otros setenta y dos [discípulos] y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y lugares a los que iba a ir” (Lc 10,1).

El Maestro envía a los discípulos de dos en dos, y los llama “obreros”, es decir, que están llamados a “trabajar”, a evangelizar “por medio de su comportamiento”, dijo el Santo Padre.

Los discípulos saben ceder la palabra a otro

Esto significa, explicó, que “no son ‘francotiradores’, es decir, "predicadores que no saben ceder la palabra a otro”, sino que es “la vida misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio”:

“Su saber estar juntos, su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su referencia unánime al único Maestro.”

Por eso el Santo Padre advirtió que “se pueden hacer planes pastorales perfectos, poner en marcha proyectos bien elaborados, organizarse hasta el más mínimo detalle; se pueden convocar multitudes y disponer de muchos medios; pero si no hay disponibilidad para la fraternidad, la misión evangélica no avanza”.

La misión no se basa en el activismo personal

Como ejemplo, Francisco contó de un misionero que partió a África junto con un hermano de comunidad, pero que al cabo de un tiempo se separó de él, quedándose en una aldea donde llevó a cabo con éxito una serie de actividades de construcción para el bien de la comunidad.

Todo funcionaba bien. Pero un día tuvo un sobresalto: se dio cuenta de que su vida era la de un buen empresario, ¡siempre entre obras y papeleo! Entonces, dejó la gestión en manos de otros y volvió con su hermano. Así comprendió por qué el Señor había enviado a los discípulos "de dos en dos": la misión evangelizadora no se basa en el activismo personal, es decir, en el "hacer” ¡no!, sino en el testimonio, el testimonio de amor fraterno, incluso a través de las dificultades que conlleva convivir con otro.

¿A la manera de Jesús o a la manera del mundo?

Por eso este domingo el Papa llamó a preguntarnos en qué manera llevamos la Buena Noticia del Evangelio a los demás, si con espíritu y estilo fraterno, o “a la manera del mundo”, es decir, “con protagonismo, competitividad y centralidad en la eficacia”.  Preguntémonos – animó el Santo Padre - si tenemos la capacidad de colaborar, si sabemos tomar decisiones juntos, respetando sinceramente a los que nos rodean y teniendo en cuenta su punto de vista, si lo hacemos en comunidad y no solos. Porque, en efecto, dijo, es “sobre todo así, como la vida del discípulo deja traslucir la del Maestro, anunciándolo verdaderamente a los demás”.

"Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a preparar el camino del Señor con el testimonio de la fraternidad", concluyó.

"El mundo necesita paz"

Tras la oración mariana el pensamiento del Papa en la guerra en Ucrania, con un nuevo llamamiento a los jefes de las naciones y de las organizaciones internacionales para que reacciones ante la tendencia a acentuar la conflictividad y la oposición. "El mundo necesita paz", reiteró.

También los mártires beatificados ayer en Argentina, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, fueron recordados por el pontífice, que manifestó su esperanza de que su ejemplo nos ayude a dar testimonio de la Buena Noticia "sin compromisos, dedicándonos generosamente al servicio de los más débiles".

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CIUDAD DEL VATICANO. - En su diálogo ideal con los fieles reunidos este mediodía en la Plaza de San Pedro, para rezar el Regina Coeli, el Papa invitó a reflexionar sobre el don del Espíritu recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio. Con nuestra oración podemos interceder por “las esperanzas y los sufrimientos” del mundo y “por la paz”. “Bendigamos con la mirada y palabras a quienes encontramos cada día”, dijo, y oremos a la Virgen que siempre intercede por nosotros

Antes de rezar la oración mariana del Regina Coeli este mediodía, con los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comenzó recordando que hoy en Italia y en muchos países se celebra la Ascensión del Señor, es decir, su regreso al Padre. Y al comentar el Evangelios propuesto por la liturgia del día, que corresponde a San Lucas, se refirió a la última aparición del Resucitado a los discípulos.

    “La vida terrenal de Jesús culmina precisamente con la Ascensión, que también profesamos en el Credo”

Como suele hacer, el Obispo de Roma, se preguntó “¿qué significa este acontecimiento? ¿Cómo debemos entenderlo?”. Y para responder a esta pregunta, invitó a detenerse en dos acciones que Jesús realizó “antes de subir al cielo: primero anuncia el don del Espíritu y luego bendice a los discípulos”.

El Señor no nos deja solos

Francisco afirmó que el Señor “sube al cielo, pero no nos deja solos”. Al   contrario, dijo, “precisamente al ascender al Padre asegura la efusión de su Espíritu”. Y recordó que en otra ocasión Jesús había hablado de la conveniencia de irse, “porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes". De ahí la afirmación del Papa:

    “El amor de Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, sino que nos hace protagonistas”

Por eta razón, prosiguió diciendo el Santo Padre, “al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu”. Y el Espíritu Santo “hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo”.

Un gesto sacerdotal

De la segunda acción del Señor, el Papa dijo que levantó las manos para bendecir a los apóstoles, con “un gesto sacerdotal”, puesto que “Dios, desde los tiempos de Aarón, había confiado a los sacerdotes la tarea de bendecir al pueblo”. De manera que, explicó Francisco, “el Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran sacerdote de nuestra vida”, que “sube al Padre para interceder por nosotros, para presentarle nuestra humanidad”.

    “Así, ante los ojos del Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su ‘éxodo’ al cielo, Cristo ’nos abre camino’, va a preparar un lugar para nosotros y, desde ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados y bendecidos por el Padre”

Antes de rezar a la Madre de Dios el Obispo de Roma invitó a todos los hermanos y hermanas a pensar hoy en “el don del Espíritu que hemos recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio”. Y preguntémonos, dijo, “si realmente lo somos; y también si somos capaces de amar a los demás, dejándolos libres y dejándoles espacio”. Y luego, prosiguió, preguntémonos:

    “¿Sabemos hacernos intercesores por los demás, es decir, sabemos rezar por ellos y bendecir sus vidas? ¿O servimos a los demás por nuestros propios intereses?”

La oración de intercesión

Aprendamos esto, concluyó el Papa: “La oración de intercesión, intercediendo por las esperanzas y los sufrimientos del mundo, por la paz. Y bendigamos con la mirada y palabras a quienes encontramos cada día”. E invitó a rezar “a la Virgen, la bendita entre las mujeres, que, llena del Espíritu Santo, siempre reza e intercede por nosotros”.

Saludos del Papa

Además de recordar el Rosario por la paz, previsto para el próximo 31 de mayo en la Basílica de Santa María la Mayor, y de comunicar el octavo consistorio de su pontificado para la creación de veintiún nuevos cardenales, de finales de agosto, tras rezar la oración mariana el Papa destacó que ayer, en Módena fue beatificado el padre Luigi Lenzini:

Nuevo beato en Italia

    “Mártir de la fe, asesinado en 1945 por señalar los valores cristianos como el camino más alto de la vida, en un clima de odio y conflicto en aquella época. Que este sacerdote, pastor según el corazón de Cristo y mensajero de la verdad y la justicia, nos ayude desde el cielo a dar testimonio del Evangelio con caridad y franqueza”

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Miércoles, 20 Abril 2022 09:45

Hay que honrar a los ancianos: Papa Francisco

En la audiencia general, el Papa retoma el ciclo de catequesis observando que no siempre en las sociedades se presta atención a devolver a nuestros ancianos el amor recibido, con la ternura y el respeto debidos. Por eso, invitó a las familias a acercar a sus hijos a los abuelos y a no desatenderlos cuando sean huéspedes de una residencia de ancianos o de reposo.

Ciudad del Vaticano. - "Honrarás a tu padre y a tu madre": es a partir de este mandamiento que el Papa Francisco ofrece su reflexión en la audiencia general de este miércoles de nuevo en una abarrotada Plaza de San Pedro. Con un subtítulo: el amor por la vida vivida. Así continúa el ciclo de catequesis dedicado a los ancianos vista hoy en su experiencia de fragilidad, desconcierto, desilusión y a menudo abandono. Debemos hacer de todo para sostenerla, recomienda el Papa, en nuestras sociedades aún no hacemos lo suficiente.

Devolver el amor honrando a los ancianos

Los estados de fragilidad, observa el Papa Francisco, pueden darse en todas las etapas de la vida, pero cuando tocan la vejez provocan en los demás una especie de acostumbramiento, cuando no de fastidio, porque en cualquier caso se piensa que la vida "ya ha sido vivida". El amor que se derrama sobre nuestro futuro, hace notar el Papa, no se devuelve con la misma fuerza "sobre la vida que queda atrás" y esto ya habla de la gratuidad del amor que los padres conocen tan bien. Pero es posible una "restitución del amor", rendida en forma de honor a los que nos han precedido, un honor "sellado por el mandamiento de Dios". Francisco lo explica:

"Honrarás a tu padre y a tu madre" es un compromiso solemne, el primero de la "segunda tabla " de los Diez Mandamientos. No se trata sólo del propio padre y de la propia madre. Se trata de la generación y las generaciones precedentes, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia a largo plazo con las otras edades de la vida. En otras palabras, se trata de la vejez de la vida.

El desprecio por la persona que nos precede en edad produce cosas horribles

El honor significa también ternura y respeto, conceptos que hoy, continúa el Papa, definimos con la palabra "dignidad".  "Honrar al padre y a la madre, añade, honrar a los ancianos es reconocer la dignidad que tienen". A continuación, afirma que el cuidado de los enfermos o de los que ya no son autosuficientes puede carecer de honor, y describe algunas actitudes o situaciones en las que "un exceso de confianza" hace perder de vista la delicadeza y se convierte en "aspereza y prevaricación":

Cuando la debilidad es reprendida, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad. Puede ocurrir incluso en el hogar, en residencias de ancianos, así como en oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad. Fomentar en los jóvenes, aunque sea indirectamente, una actitud de condescendencia -e incluso de desprecio- hacia los ancianos, sus debilidades y sus precariedades, produce cosas horribles.

Y entre las horribles consecuencias, el Papa recuerda el caso de unos jóvenes que llegaron a prender fuego a un "vagabundo" considerándolo nada más que "un desecho humano".

El respeto reservado al viejo Noé

El desprecio a un anciano, afirma, deshonra a todos, y cita un pasaje de la historia de Noé que enseña mucho a este respecto:

El viejo Noé, héroe del diluvio y gran trabajador, yace descompuesto tras haber bebido demasiado. Ya es viejo, pero ha bebido demasiado. Sus hijos, para no despertarlo en la vergüenza, lo cubren con delicadeza, con los ojos bajos, con gran respeto. Este texto es muy hermoso y lo dice todo sobre el honor que se le debe al anciano. Cubrir las debilidades del anciano, para no avergonzarlo.

Educar a los niños para que estén cerca de sus abuelos

El Papa Francisco mira a las sociedades actuales para observar que, a pesar de los recursos materiales puestos a disposición de los ancianos, la lucha "por la restitución de esa forma especial de amor que es el honor" parece todavía frágil. De ahí su exhortación a sostener más a "los que son sensibles a esta forma decisiva de 'civilización del amor'". Luego añade:

Y sobre esto me permito aconsejar a los padres: por favor, acerquen a sus hijos, a los niños, a los hijos jóvenes a los ancianos, acérquenlos siempre. Y cuando el anciano esté enfermo, un poco fuera de sí, acérquenlos siempre a él: que sepan que esta es nuestra carne, que esto es lo que ha hecho posible que estemos aquí ahora. Por favor, no alejar a los ancianos. Y si no hay más remedio que enviarlos a una residencia de ancianos, por favor, visítenlos y lleven a los niños a verlos.

El honor por la vida vivida, concluye el Papa, "no es cosa de viejos", es un comportamiento que beneficiará a las nuevas generaciones que heredarán sus mayores cualidades. Es una "verdadera revolución cultural", dice el Papa, para la que pide la ayuda del Espíritu Santo.

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CIUDAD DEL VATICANO. - "Dejemos las armas, iniciemos una tregua pascual, pero no para recargar las armas y reanudar la lucha, sino una tregua para lograr la paz, a través de una verdadera negociación, dispuestos incluso a hacer algunos sacrificios por el bien del pueblo", fue la oración del Papa Francisco en este Domingo de Ramos a la hora del rezo del Ángelus.

Tras haber celebrado la santa Misa del domingo de Ramos, 10 de abril, en la plaza de San Pedro, el Papa pidió una vez por el cese de la guerra en Ucrania.

Igualmente, Francisco saludó a los peregrinos llegados de diferentes países, entre ellos muchos jóvenes, deseándoles a todos, incluidas las personas que se conectaron a la transmisión a través de los medios de comunicación, "una buena Semana Santa".

Rezar por el fin de la guerra en Ucrania

Antes de rezar la oración mariana del Ángelus, el Pontífice recordó que fue el propio Ángel del Señor quien dijo a María en la Anunciación: "Nada es imposible para Dios".

"Nada es imposible para Dios -insistió el Papa- ni siquiera poner fin a una guerra cuyo final no se vislumbra, una guerra que cada día pone ante nuestros ojos atroces masacres y atroces crueldades cometidas contra civiles indefensos. Recemos por ello".

Cristo venció el pecado y la muerte

Igualmente, el Santo Padre hizo hincapié en que estamos viviendo los días previos a la Pascua, mientras nos preparamos para celebrar la victoria del Señor Jesucristo sobre el pecado y la muerte:

"Su victoria sobre el pecado y la muerte, no sobre alguien y contra alguien", subrayó Francisco, indicando que hoy hay una guerra "porque se quiere ganar así", a la manera del mundo, "aunque de esta forma sólo se pierde".

Una tregua por la paz, no para recargar armas

En este contexto, el Pontífice propuso una tregua para detener finalmente esta guerra y dejar que venza Cristo, "que cargó con la cruz para liberarnos del dominio del mal, que murió para que reinara la vida, el amor y la paz".

"Dejemos las armas, iniciemos una tregua pascual, pero no para recargar las armas y reanudar la lucha, ¡no! Una tregua para lograr la paz, a través de una verdadera negociación, dispuestos incluso a hacer algunos sacrificios por el bien del pueblo", concluyó el Papa, preguntándose, ¿qué clase de victoria será la que plante una bandera sobre un montón de escombros?

"Nada es imposible para Dios", reiteró Francisco, confiándole, precisamente a Él, esta intención por la intercesión de la Virgen María.

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Ciudad del Vaticano. - “Hoy encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir”. Lo dijo Francisco a la hora del ángelus de este X domingo del tiempo ordinario en el que en Italia y otros países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini. El Señor “sabe que lo necesitamos” – afirmó el Papa – “porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores”

En la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini que se celebra hoy, en Italia y en otros países, tal como explicó el Papa antes de la oración mariana del ángelus dominical, Francisco explicó el Evangelio según San Marcos que nos presenta el relato de la Última Cena (Mc 14, 12-16, 22-26). Y afirmó que “las palabras y los gestos del Señor nos tocan el corazón”.

Jesús nos da el mayor sacramento

El Santo Padre afirmó que “con sencillez”, “Jesús nos da el mayor sacramento” con “un gesto humilde de donación, de compartir”. Y puso de manifiesto que “en la culminación de su vida, no reparte pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte a sí mismo en la cena de la Pascua con los discípulos”. A lo que añadió:

    “De este modo, Jesús nos muestra que el objetivo de la vida es el donarse, que lo más grande es servir”

De manera que – prosiguió el Papa – “hoy encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir”. Y prosiguió:

“Fragilidad es precisamente la palabra que me gustaría subrayar”

    “Jesús se hace frágil como el pan que se rompe y se desmigaja. Pero precisamente ahí radica su fuerza. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza: fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido; fuerza del amor que se parte y se divide para alimentar y dar vida; fuerza del amor que se fragmenta para reunirnos en la unidad”

La fuerza de amar a quien se equivoca

El Santo Padre explicó que “hay otra fuerza que destaca en la fragilidad de la Eucaristía: la fuerza de amar a quien se equivoca”. Al recordar que fue “en la noche en que fue traicionado que Jesús nos da el Pan de Vida”, Francisco dijo que “nos hace el mayor regalo mientras siente en su corazón el abismo más profundo: el discípulo que come con él, que moja su bocado en el mismo plato, lo está traicionando”.

Y la traición es el mayor dolor para los que aman

Ante la pregunta acerca de lo que hace Jesús en esta circunstancia, Francisco dijo que “reacciona ante el mal con un bien mayor”. Porque “al no de Judas responde con el sí de la misericordia”. Además, el Señor “no castiga al pecador, sino que da su vida por él”. Por esta razón explicó que:

    “Cando recibimos la Eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores y que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra”

Jesús sabe que lo necesitamos

En efecto, el Señor “sabe que lo necesitamos” – dijo el Papa – “porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores”. Y “cada vez que recibimos el Pan de Vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades”.

    “Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos. Nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias”

El Señor cura con amor nuestras fragilidades

Y, sobre todo – prosiguió el Papa – el Señor “nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos”:

    “La de sentir resentimiento hacia quienes nos han hecho daño; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior; la de llorar sobre nosotros mismos y quejarnos sin encontrar la paz”

La Eucaristía es una medicina eficaz

Por esta razón afirmó que “la Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura las rigideces y las transforma en docilidad. La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien”. Además, el Santo Padre dijo que la Eucaristía:

    “Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros”

Hacia el final de su alocución, y antes de rezar a la Madre de Dios con los fieles y peregrinos que, distanciados prudentemente, seguían sus enseñanzas en la Plaza de San Pedro, el Papa se refirió a “la lógica de la Eucaristía”. Que es la que nos permite recibir “a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en sus fragilidades”.

    “Que la Santísima Virgen, en quien Dios se hizo carne, nos ayude a acoger con corazón agradecido el don de la Eucaristía y a hacer también de nuestra vida un don”

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