Ciudad del Vaticano. - Al final de la audiencia general, el Papa volvió a pedir rezar por la paz en los países afectados por conflictos. «La guerra es una derrota humana», afirmó, recordando la iniciativa del episcopado polaco de la Jornada de Oración y Ayuda Material por la Iglesia del Este: gracias por las ofrendas en esos territorios, especialmente en Ucrania.

La guerra es una derrota humana... La guerra no resuelve los problemas, la guerra es mala, la guerra destruye.

Casi una letanía contra el horror de los conflictos que, entre Europa del Este, Oriente Medio, el sudeste asiático y África, afligen a pueblos y naciones, fue la que recitó Francisco desde de la plaza de San Pedro. Al final de la Audiencia General de hoy, 4 de diciembre, el Papa, terminados sus saludos en las distintas lenguas, volvió a pedir el cese de una violencia que parece multiplicarse en lugar de disminuir.

Pensamientos para los niños, víctimas de las guerras

Como cada miércoles y cada domingo en el Ángelus, el Pontífice citó los territorios atormentados, empezando por Ucrania, luego Palestina, Israel, Myanmar. Su pensamiento fue a las víctimas, en particular, los niños: «Tantos muertos inocentes». Según Unicef, el número constatado de menores muertos por los ataques rusos en Ucrania aumentó este año a casi el 40% respecto al año pasado; el mismo organismo de la ONU dio la voz de alarma hace unos meses sobre el aumento de víctimas civiles, incluidos niños, debido al uso de minas y otros artefactos explosivos utilizados por las distintas partes en la escalada en Myanmar. En cambio, se habla de más de 3.000 niños, incluso menores de cinco años, muertos en la Franja de Gaza.

Tantos niños muertos, tantos inocentes muertos. Recemos para que el Señor nos traiga la paz. Recemos siempre por la paz.

Jornada de oración y ayuda material para la Iglesia de Oriente

Un pensamiento para Ucrania expresó el Papa poco antes, durante su saludo a los fieles polacos, en el que recordó la celebración el próximo domingo, 8 de diciembre, de la XXV Jornada de oración y ayuda material para la Iglesia de Oriente. Se trata de una iniciativa del episcopado polaco, activa desde hace nada menos que 24 años, que, en colaboración con organizaciones, parroquias, congregaciones, comunidades o donantes particulares, organiza y envía numerosas ayudas humanitarias para apoyar tanto a los refugiados de guerra que viven en Polonia como a las personas que viven en territorios afectados por los efectos de las guerras.

Agradezco a todos los que apoyan con la oración y las ofrendas a la Iglesia en esos territorios, especialmente en Ucrania, devastada por la guerra. ¡Los bendigo de corazón!

Saludo del Papa a los fieles chinos en la audiencia general

El Papa Francisco también envió una bendición especial al pueblo chino con ocasión de la primera lectura en ese idioma del resumen de la catequesis de los miércoles. Al final de la lectura de la traductora, colaboradora de la agencia Fides, y mirando al grupo de chicos y chicas chinos, en primera fila en la Plaza de San Pedro, el Pontífice envió su saludo al gran país oriental hacia el que siempre ha reiterado su estima y afecto.

Deseo dirigir mi cordial saludo a los chinos aquí presentes y a los que están conectados a través de los medios de comunicación. Sobre todos ustedes y sus familias invoco la alegría y la paz. Que Dios los bendiga.

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Ciudad del Vaticano. - En la Solemnidad de Cristo Rey, Francisco reflexiona sobre dos palabras, rey y mundo, para recordar que el reino de Jesús no es de este mundo, no está hecho de poder o de violencia, es el reino de los cielos, que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad.

La conversación entre Pilatos y Jesús antes de su condena a muerte que presenta el Evangelio de hoy sirve de punto de partida para la reflexión del Santo Padre que, ante una plaza de San Pedro, soleada y repleta de fieles y peregrinos en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, recuerda que el reino de Jesús no es de este mundo, redime del mal con el poder del amor, libera y perdona, da paz y justicia.

La Palabra que transforma el mundo

Tras la celebración de la Santa Misa en la solemnidad de Cristo Rey y Jornada Mundial de la Juventud, en la Basílica de San Pedro, Francisco en el Ángelus puso de relieve dos palabras: rey y mundo. Y es que, respondiendo a Poncio Pilato, “Jesús afirma ser rey” pero diferente, es “Aquel que dice la verdad” y su poder “el Verbo Encarnado reside en su palabra verdadera y eficaz, que transforma el mundo”.

Un mundo, muy diferente al de Pilato, recuerda el Papa, en el que los fuertes ganan a los débiles, los ricos a los pobres, los violentos a los mansos. “Un mundo -afirmó - que desgraciadamente conocemos bien”.

“Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. El mundo de Jesús, de hecho, es el nuevo, el eterno, que Dios prepara para todos dando su vida por nuestra salvación. Es el reino de los cielos, que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad. El mundo, del cual Jesús es Rey, redime la creación arruinada por el mal con el poder del amor divino que libera y perdona, que da paz y justicia”.

Quien no se abre a la verdad…

El Santo Padre resalta esa actitud de Pilato que, no obstante, el diálogo cercano con Jesús “permanece lejos de él”- Vive en un “mundo diferente” – dice el Pontífice, por lo que “su diálogo no se convierte en entendimiento, Pilato no se abre a la verdad, aunque la tenga delante”. Condenó a muerte a Jesús sin haber entendido sus palabras.

“Y, sin embargo, Cristo vino al mundo, a este mundo nuestro: el que es de verdad oye su voz. Es la voz del Rey del universo, que se convirtió en el sirviente de todos”.

¿Jesús es mi "rey"?

“Escuchar al Señor ilumina nuestro corazón y nuestra vida”. Esta afirmación del Papa fue seguida con sus usuales preguntas que invitan a la reflexión y que ponemos en manos de la Vírgen María Madre Nuestra, con esperanza en el Reino de Dios

“¿Puedo decir que Jesús es mi "rey"? ¿En qué sentido? ¿Es su Palabra mi guía, mi certeza? ¿Veo en él el rostro misericordioso de Dios hacia mí y hacia cada hermano y hermana?”

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Ciudad del Vaticano. - El Papa Francisco invita a dar a las cosas “su justo peso” y a reflexionar sobre “lo que pasa y lo que permanece en nuestras vidas”, recordando que no tenemos que estar apegados a las cosas de la tierra sino a las palabras de Jesús que nos guían hacia la vida eterna.

Este mediodía el Papa Francisco se ha asomado desde el balcón pontificio para presidir la oración mariana del Ángelus y comentar el Evangelio de la liturgia de hoy, en el que el evangelista Marcos describe un escenario que parece apocalíptico, pero en realidad está impregnado de esperanza: “muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente” dice el Papa y se detiene en dos conceptos: “lo que pasa y lo que permanece”.

Las crisis y los fracasos nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso

El Pontífice invita a tomar una perspectiva profunda sobre las crisis y los fracasos que experimentarnos y a no dejar que las dificultades nos desborden: “En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan”.

Sin embargo, el Papa recuerda que el sufrimiento y las pruebas son parte de la experiencia humana y nos enseñan a no aferrarnos excesivamente a lo material ni a lo transitorio: “Las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar”.

Moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado

Aunque en la vida todo pasa, hay algo que permanecerá eterno: las palabras de Jesús; “éstas – dice el Papa – permanecerán por siempre”.

“En Él volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida”.

¿Estás apegado a las cosas de la tierra o a las palabras del Señor?

Por último, el Papa invita a reflexionar sobre la “esperanza cristiana” y recuerda que, incluso en las tribulaciones, en las crisis y en los fracasos “el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda” pues Dios “nos prepara un futuro de vida y alegría”.

Y antes de concluir, el Papa ha lanzado una pregunta crucial: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad?

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Ciudad del Vaticano. - En el Ángelus de la Plaza de San Pedro, Francisco invitó a tener el cuidado y la mirada de Jesús, que escuchó la súplica de Bartimeo, el ciego curado: “Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se deja mirar por los ojos del Señor”.

El Papa en el Ángelus relanzó algunos puntos esenciales de su reflexión sobre el Evangelio de Marcos que narra la curación del ciego Bartimeo. Resumió lo que ya había profundizado en la homilía de la misa con los participantes en la Asamblea sinodal en el Vaticano. ¿Cómo miramos al pobre? ¿Con piedad evangélica o con indiferencia?

Jesús ve al mendigo que grita y lo escucha

La multitud ignora a Bartimeo, en cambio los “receptores” de Jesús están activos. La gente no tiene “ninguna mirada de atenta, ningún sentimiento de compasión” aunque Bartimeo sí se hace oír y ver. “Jesús, sin embargo, le escucha y le ve”. El sentido del grito, de la fe, del camino, es lo que Francisco puso de relieve en el Ángelus.

En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es sólo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: “Yo existo, mírame. No puedo ver, Jesús. ¿Tú me ves?". Sí, Jesús ve al hombre mendicante y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón.

Cuántas veces miramos para otro lado

Francisco invitó a ponerse en el lugar de Jesús, pero también en el del pobre: “Cuando nos cruzamos con algún mendigo por la calle: ¿cuántas veces miramos para otro lado? ¿cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera?”. Luego, como de costumbre, el Papa jesuita planteó preguntas para el discernimiento personal y comunitario.

¿Cómo miro a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Lo miro como lo hace Jesús? ¿Soy capaz de entender sus interpelaciones, su grito de ayuda? Cuando das limosna, ¿miras a los ojos del mendigo? ¿Tocas su mano para sentir su carne?
 
Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da

En realidad, es como si se invirtieran los papeles: la multitud, a pesar de tener la facultad de la vista, es en realidad ciega y sorda, indiferente. Bartimeo, a pesar de tener una limitación física, ve con los ojos de la fe.

Cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego por dentro, que sigue a Jesús una vez que nos acercamos a Él. Cuando te acercas a un pobre y te haces cercano, es Jesús quien se acerca a ti en la persona de ese pobre. [...]. Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace contemplar por los ojos del Señor.

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•    Incluyendo a los 11 mártires de Damasco que fueron asesinados en Siria por negarse a renunciar a su fe.

Ciudad del Vaticano. - El padre Manuel Ruiz López y sus siete compañeros; Francis, Mooti y Raphael Massabki; el padre Joseph Allamano; la hermana Marie Leonie Paradis; y la hermana Elena Guerra—cada uno ejemplificó la virtud heroica y dio testimonio de la santidad dentro de sus vocaciones únicas, dijo el Papa.

En la Misa de Canonización en la Plaza de San Pedro el domingo de la Misión Mundial, dijo: "Estos nuevos santos vivieron el camino de Jesús: el servicio. ”

La canonización de los mártires de Damasco es un "signo de esperanza para los cristianos"

Antes de la canonización de los Mártires de Damasco en la Misa celebrada por el Papa Francisco el 20 de octubre, el P. Luke Gregory, de la Custodia de Tierra Santa, dice que su testimonio ofrece un signo de esperanza y ecumenismo para los cristianos de todo el mundo, especialmente los de Siria, donde los cristianos representan alrededor del 2% de la población.

En la noche del 9 de julio de 1860, once hombres (ocho frailes franciscanos y tres laicos maronitas, conocidos colectivamente como los once mártires de Damasco) fueron asesinados y, en 1926, el Papa Pío XI los beatificó.

Más de 160 años después de sus muertes, el Papa Francisco canonizará a estos hombres en una misa en la Plaza de San Pedro el 20 de octubre.

En una entrevista con Vatican News, el P. Luke Gregory, sacerdote franciscano de la Custodia de Tierra Santa, describió su canonización como un signo de esperanza en medio del conflicto en curso en Medio Oriente.

Martirio: un mensaje de ecumenismo

El martirio que sufrieron no es muy diferente de la situación de muchos cristianos en el Medio Oriente hoy.

Damasco, situada en Syira, alberga una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, pero sólo alrededor del 2% de la población todavía se identifica con la fe. Durante la última década, los cristianos han enfrentado persecución en Siria, luego de la guerra civil del país que comenzó en 2011.

Los once hombres serán canonizados, aunque el grupo está formado por ritos católicos diferentes. En 2023, el Papa Francisco estableció la “Comisión de Nuevos Mártires—Testigos de la Fe” para catalogar a los cristianos que han muerto por su fe en Cristo. A través de la Comisión, varios cristianos no católicos también han sido incluidos en la lista de mártires, entre ellos los cristianos coptos asesinados en Libia.A sign of hope

Para los cristianos de Oriente Medio, el p. Gregory dijo que reflexionar sobre la vida de estos hombres “da una señal de esperanza porque después del derramamiento de sangre hay una nueva primavera”.

Explicó que los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa esperan que la intercesión de estos mártires conduzca al fin del conflicto en Israel, Palestina y otras partes de Oriente Medio.

Más allá de la esperanza, el P. Gregory dijo que reza para que su ejemplo y la canonización puedan ser una forma de abrir una línea de comunicación entre diferentes grupos religiosos y ayudar a lograr la paz.

"El mundo entero estará atento", dijo, a la canonización, que espera que "conduzca al diálogo".

Un lugar de peregrinación y oración.

Hay un santuario en Batumah en honor de los 11 hombres, dijo el P. Gregory señaló, añadiendo que está "siendo renovado y abierto al público".

En julio de 2024 se descubrieron cinco grandes lienzos con imágenes de los mártires que datan de 1926, cuando fueron beatificados.

P. Gregorio expresó su esperanza de que una vez que termine el conflicto en Oriente Medio, se puedan reanudar las peregrinaciones a Tierra Santa y más personas puedan visitar el lugar de estos mártires de Damasco.













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Domingo, 20 Octubre 2024 12:06

El Papa invoca el don de la paz

Ciudad del Vaticano. - En el Ángelus, después de la misa de canonización, Francisco relanza el llamamiento en favor de los países en guerra y subraya la importancia de la figura de san José Allamano en la atención a las poblaciones «frágiles y vulnerables». Por último, exhorta contra toda forma de explotación «de su dignidad y de sus territorios».

    “Sigamos rezando por los pueblos que sufren a causa de la guerra -los mártires de Palestina, Israel, Líbano, los mártires de Ucrania, Sudán, Myanmar y todos los demás- e invoquemos para todos el don de la paz.”

En el rezo del Ángelus el Papa Francisco renueva el llamamiento a la oración por los países en guerra y dirige su saludo a los fieles que han venido a «honrar» a los santos recién canonizados. En particular a los fieles maronitas, y a los «misioneros y misioneras de la Consolata», la institución fundada por San Giuseppe Allamano en 1901 y 1910 respectivamente. Francisco recordó la presencia del Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, así como la de una «numerosa» delegación ugandesa que había acudido con motivo del 60º aniversario de la canonización de los mártires de Uganda.

El llamamiento a la protección de las poblaciones "frágiles"

La figura del nuevo santo de Castelnuovo d'Asti «nos recuerda la necesaria atención a las poblaciones más frágiles y vulnerables», dice Francisco, haciendo referencia directa al pueblo yanomami, originario de la selva amazónica. Entre ellos, recuerda el Papa, «tuvo lugar el milagro vinculado a la canonización de hoy:

"Hago un llamamiento a las autoridades políticas y civiles para que garanticen la protección de estos pueblos y de sus derechos fundamentales y contra toda forma de explotación de su dignidad y de sus territorios".

La misión evangélica de todo cristiano

Francisco recuerda también la Jornada Mundial de las Misiones de hoy, con el tema «Id e invitad a todos al banquete», subrayando la naturaleza «del anuncio» como portador de un «encuentro festivo con el Señor que nos ama y que quiere que participemos de su alegría conyugal». Como enseñan los nuevos santos, dice Francisco, «cada cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en cada ambiente.

"Sostengamos, con nuestra oración y nuestra ayuda, a todos los misioneros que, a menudo con gran sacrificio, llevan el luminoso anuncio del Evangelio a todos los rincones de la tierra".

Al final de la oración, el Papa atravesó la Plaza de San Pedro a bordo del Papamóvil, saludando a los fieles.

 

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Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general, Francisco recorrió el camino que ha llevado a la Iglesia a la comprensión de la plena divinidad de la tercera Persona de la Trinidad, precisando que el Espíritu Santo es quien da nueva vida a los creyentes. Cuando decimos «Creo en el Espíritu Santo» en la misa, afirmamos que el Espíritu es Dios». Esta fe debe cultivarse «también para aquellos que, a menudo sin culpa propia, están privados de ella y son incapaces de dar sentido a la vida».

¿Cómo está presente y actúa el Espíritu Santo en la Iglesia? El Papa Francisco lo ha explicado con palabras sencillas en la audiencia general celebrada esta mañana, 16 de octubre, en la Plaza de San Pedro, y ha aclarado que «el Espíritu Santo es “vivificador”, es decir, da vida». Vida, incluso más allá de la muerte.

El Espíritu habita en nosotros, está dentro de nosotros. La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el sufrimiento y la injusticia que reinan en la tierra.

Hijos de Dios en Cristo

Francisco -que comienza su catequesis tras cruzar el hemiciclo de Bernini en el jeep blanco- describe primero el camino que ha llevado a la Iglesia «a la certeza de la plena divinidad» del Espíritu Santo, y luego precisa «qué vida da el Espíritu Santo».

Al principio, en la creación, el soplo de Dios da a Adán la vida natural; de una estatua de barro, lo convierte en «un ser viviente". Ahora, en la nueva creación, el Espíritu Santo es quien da a los creyentes la vida nueva, la vida de Cristo, vida sobrenatural, de hijos de Dios..

Vida eterna

Esto significa, como escribe San Pablo, que «la ley del Espíritu, que da vida en Cristo Jesús» nos ha liberado «de la ley del pecado y de la muerte».

¿Dónde está, en todo esto, la noticia grande y consoladora para nosotros? En que la vida que nos da el Espíritu Santo es la vida eterna. La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el sufrimiento y la injusticia que reinan soberanas en la tierra.

Cultivar la fe en la resurrección

Y es de nuevo el Apóstol de las gentes quien nos asegura que «el que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida» a nuestros «cuerpos mortales por medio de su Espíritu Santo que habita» en nosotros. Por eso, hoy, cuando en la Misa decimos «Creo en el Espíritu Santo», afirmamos que el Espíritu Santo «es Dios», está en nosotros y nos da la vida.

El Espíritu Santo comparte el señorío de Dios

Recorriendo el camino de los creyentes, el Papa subrayó que a lo largo de los siglos fue la experiencia «de la acción santificadora y divinizadora del Espíritu Santo la que llevó a la Iglesia» a comprender -como se explicitó entonces «en el Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381»- «la plena divinidad del Espíritu Santo», que el Espíritu Santo «es Señor y da la vida, y procede del Padre [y del Hijo]. Con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, y ha hablado por los profetas». Con estas palabras, que aún hoy pronunciamos en el «Credo», se pretendía subrayar que el Espíritu Santo «comparte el “Señorío” de Dios, que pertenece al mundo del Creador, no al de las criaturas».

Del Padre y del Hijo

San Basilio el Grande dijo entonces que al Espíritu Santo «se le debe la misma gloria y adoración que al Padre y al Hijo», que «el Espíritu Santo es Señor, es Dios», recuerda Francisco, añadiendo que la Iglesia latina precisó más tarde en el Credo de la Misa que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo utilizando la expresión «Filioque». Esta terminología «dio origen a la disputa conocida con este nombre, que ha sido el motivo (o el pretexto) de tantas disputas y divisiones entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente», una cuestión que «en el clima de diálogo establecido entre las dos Iglesias, ha perdido la dureza del pasado», señala el Papa, hasta el punto de hacer «esperar una plena aceptación recíproca, como una de las principales “diferencias reconciliadas”».

Me gusta decir esto: «diferencias reconciliadas». Entre cristianos hay muchas diferencias: éste es de esta escuela, el otro; éste es protestante, aquél... Lo importante es que estas diferencias se reconcilien, en el amor de caminar juntos.

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CIUDAD DEL VATICANO. - En su catequesis previa a la oración del Ángelus, comentando el Evangelio de la Liturgia, Francisco invita a dejar de lado orgullo y deseos de poder y a estar preparados para servir porque “el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en el cuidado de los más débiles”.

Librarnos del orgullo y de la vanagloria que cierran el corazón y aprender a reconocer el rostro de Jesús en los más débiles, sirviendo con generosidad. Ésta fue, en síntesis, la exhortación del Papa Francisco en su alocución previa a la oración mariana del Ángelus de este domingo 22 de septiembre, XXV del tiempo ordinario.

Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico, ante los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para escuchar su catequesis y rezar junto a él la oración a la Madre de Dios, el Obispo de Roma reflexionó sobre el Evangelio de la liturgia (Mc 9,30-37) en el que Jesús anuncia lo que ocurrirá al final de su vida:

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos

Remitiéndose al pasaje evangélico, el Papa relata que los discípulos, mientras seguían al Maestro tenían otra cosa en la cabeza y cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando “callan porque discutían sobre quién era el más grande”.

“Mientras Jesús les confiaba a ellos el sentido de su vida, estos hablaban de poder”, nota. Y entonces “la vergüenza les cierra la boca, como antes el orgullo había cerrado su corazón”.

Pero Jesús, evidencia Francisco, responde abiertamente a los discursos susurrados de los discípulos con una frase:

"Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (cf. v. 35).

El verdadero poder: cuidar de los más débiles

“¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos” insta el Papa, evidenciando cómo el Señor,  con una palabra tan sencilla como decisiva, renueva nuestro modo de vivir:

    “Jesús nos enseña que el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en el cuidado de los más débiles. El verdadero poder es cuidar de los más débiles, eso te hace grande”

He aquí por qué el Maestro llama a un niño, lo coloca entre los discípulos y lo abraza diciendo: "El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí" (v. 37), porque “el niño no tiene poder: tiene necesidad”, explica el Santo Padre e indica:

    “Cuando cuidamos al hombre, reconocemos que el hombre siempre necesita vida”

Cuánto sufrimiento por las luchas de poder

Francisco recuerda que todos nosotros “estamos vivos porque hemos sido acogidos, pero el poder nos hace olvidar esta verdad. Entonces nos convertimos en dominadores, no servidores, y los primeros que sufren son precisamente los últimos: los pequeños, los débiles, los pobres”.

    “¡Cuántas personas sufren y mueren por las luchas de poder! Son vidas que el mundo rechaza, como rechazó a Jesús”

“Cuando Jesús fue entregado en manos de los hombres, Él no encontró un abrazo, sino una cruz” observa el Papa. Y sin embargo, “el Evangelio sigue siendo palabra viva y llena de esperanza: Aquel que fue rechazado resucitó, ¡es el Señor!”

Listos para servir

El Pontífice concluyó su reflexión instando a hacernos tres preguntas:

    “¿Sé reconocer el rostro de Jesús en los más pequeños? ¿Cuido del prójimo, sirviendo con generosidad? Y viceversa, ¿agradezco a los que cuidan de mí?”

Y finalmente, invitó a rezar a María, para estar como ella, “libres de la vanagloria y preparados para servir”.

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Ciudad del Vaticano. - Antes del rezo del Ángelus de este domingo, comentando el Evangelio de la liturgia, Francisco nos invita a no reducir nuestra relación con Dios a gestos exteriores si luego, en nuestro interior, despreciamos a los pobres o nos comportamos deshonestamente en nuestro trabajo. No sirve de nada hacer «un poco de voluntariado», y luego chismear «sin piedad de todo y de todos».

Una invitación a vivir la propia fe «de manera coherente», y con los propios sentimientos, «con palabras y con obras», concretar «en la cercanía y el respeto de los hermanos lo que digo en la oración». Este es el mensaje que el Papa Francisco dirige a todos los cristianos antes del rezo del Ángelus de este domingo, XXII del Tiempo Ordinario, comentando el pasaje del Evangelio de Marcos, incluido en la liturgia, en el que Jesús habla de los puros y los impuros. Recuerda que era «un tema muy querido por sus contemporáneos», vinculado sobre todo a la observancia de rituales y normas de comportamiento, «para evitar cualquier contacto con cosas o personas consideradas impuras y, si esto sucedía, borrar la “mancha”».

El Evangelio relata que algunos escribas y fariseos, estrictos observantes de esas normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos «con manos impuras, es decir, sin lavar». Entonces el Maestro aprovecha la ocasión para invitarles a reflexionar sobre el significado de la «pureza», y les explica que «no está ligada a ritos externos, sino ante todo a disposiciones interiores».

Para ser puro, por tanto, no es necesario lavarse las manos varias veces, si luego se albergan malos sentimientos como la avaricia, la envidia y el orgullo, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia.

Se trata de un ritualismo, aclara el Papa, «que no hace crecer en el bien, es más, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón». Y esto también es importante para nosotros hoy.

No se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a chismorrear malvada y despiadadamente sobre todo y sobre todos. O mostrarse piadoso en la oración, pero luego en casa tratar a los propios familiares con frialdad y desapego, o desatender a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía

O también, continúa Francisco, ser en apariencia «muy correctos con todos, tal vez incluso haciendo un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo».

De este modo, la relación con Dios se reduce a gestos externos, y en el interior se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia, permaneciendo en pensamientos, mensajes y comportamientos desprovistos de amor.

No, continúa el Pontífice, estamos hechos «para la pureza», la ternura y el amor.

Preguntémonos, pues: ¿vivo mi fe con coherencia? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿concreto en mi cercanía y respeto a los hermanos lo que digo en la oración?

Nuestra oración a María, Madre purísima, es que «nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sentido y practicado, un culto agradable a Dios».

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CIUDAD DEL VATICANO. - Hoy como ayer, no es fácil comprender el modo de actuar de Jesús. Francisco lo recuerda en el Ángelus de la Plaza de San Pedro y explica que, como los apóstoles, también nosotros tenemos esta experiencia, pero cuanto más cerca estamos de Él a través de los sacramentos y la oración, más descubrimos que sólo Él es la vida eterna.

“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Con esta célebre respuesta de San Pedro al Jesús, referida en el Evangelio de San Juan, propuesto por la liturgia del día, el Papa inició catequesis de este domingo 25 de agosto, antes de rezar la oración del Ángelus.

“Es una expresión muy hermosa que testimonia la amistad y la confianza que lo unen a Cristo, junto con los demás discípulos”, comentó el Santo Padre, dirigiéndose a los fieles, romanos y peregrinos, congregados en una calurosa la plaza de San Pedro.

La respuesta a la sed de vida

El Papa notó que Pedro pronuncia esta frase “en un momento crítico” ya que Jesús acababa de terminar un discurso en el que había dicho que era “el pan bajado del cielo” (cf. Jn 6,41).  “Es un lenguaje difícil de entender para la gente” evidenció Francisco, y muchos lo abandonaron, pero “los Doce, en cambio, no: se quedaron, porque en Él encontraron palabras de vida eterna”.

Francisco observó que no es fácil seguir al Señor, no siempre comprenden lo que el Maestro dice y hace, las exigencias extremas de su misericordia.

Y, sin embargo, entre los muchos maestros de aquel tiempo, Pedro y los demás apóstoles encontraron solo en Él la respuesta a la sed de vida, de alegría, de amor que los anima; solo gracias a Él experimentan la plenitud de vida que buscan, más allá de los límites del pecado e incluso de la muerte. Por eso no se van, al contrario, todos, excepto uno, incluso entre muchas caídas y arrepentimientos, permanecen con Él hasta el final (cf. Jn 17,12).

Sacramentos y oración para vivir la amistad con Jesús

Y esto – indica el Papa - también nos concierne a nosotros: tampoco para nosotros es fácil seguir al Señor, comprender su modo de actuar, hacer nuestros sus criterios y sus ejemplos.

Pero, cuanto más nos acercamos a Él - cuanto más nos adherimos a su Evangelio, recibimos su gracia en los Sacramentos, estamos en su compañía en la oración, lo imitamos en la humildad y en la caridad, más experimentamos la belleza de tenerlo como Amigo, y nos damos cuenta de que solo Él tiene “palabras de vida eterna”.

El Santo Padre invitó entonces a preguntarnos:

“¿Hasta qué punto está presente Jesús en mi vida? ¿Hasta qué punto me dejo tocar y provocar por sus palabras? ¿Puedo decir que son también para mí ‘palabras de vida’?”

Al concluir su reflexión, Francisco pidió la intercesión de la Virgen María, “que acogió a Jesús, Verbo de Dios, en su carne”, para que nos ayude a escuchar a Jesús, y a no dejarlo nunca.

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